Artes escénicas
María San Miguel quiere hacer un teatro “que te pase por el cuerpo, hasta la arcada si es necesario”

La actriz, directora y productora María San Miguel afronta con su compañía Proyecto 43-2 un montaje documental que parte de Federico García Lorca y entra de lleno en la cuestión de la memoria histórica, las fosas comunes del franquismo y el teatro que se hace hoy.
La compañía teatral Proyecto 43-2, dirigida por María San Miguel, presenta una obra sobre Federico García Lorca
La compañía teatral Proyecto 43-2, dirigida por María San Miguel, presenta una obra sobre Federico García Lorca. Foto: Vir Pintado.

Nos encontramos en el aeropuerto de Barajas, en la terminal 2. María San Miguel (Valladolid, 1985) es muy reconocible por su abundante pelo rizado, por sus ojos azules que tan pronto se encienden de amor como de indignación, y por su predisposición natural a la conversación. Viene de Granada, ha pasado por Valladolid, donde reside, y vuela hoy a Viena, desde donde cogerá un autobús hasta Maribor, ciudad eslovena que celebra su festival de teatro anual. San Miguel ha sido invitada a participar en una mesa redonda sobre teatro documental y aprovechará para mostrar su pieza performática The big crunch, un solo en el que desnuda literalmente su cuerpo y lo encierra tras una vitrina de cristal para atravesar un proceso catártico sobre el duelo, el dolor y el capitalismo, que termina con una celebración de la vida.

El esquema de esta pieza es extrapolable a su propio devenir como artista. En 2009 formó la compañía Proyecto 43-2. Dedicó una década a levantar la trilogía sobre el conflicto vasco Rescoldos de paz y violencia, conformada por las obras Proyecto 43-2, La mirada del otro y Viaje al fin de la noche, que la dejó extenuada a todos los niveles. Consiguió mostrar la trilogía entera en el Teatro de La Abadía de Madrid (2019) como colofón al proceso, planteando un espacio de reflexión más allá del propio acto de asistir a ver unas obras de teatro, con varias actividades paralelas en las que participaron, entre otras personas, Isaki Lacuesta, Pepa Bueno, Txema Urkijo, Edurne Portela o la propia Maixabel Lasa, que inspiró la película de Iciar Bollain. María San Miguel había contado ya en La mirada del otro, en 2015, aquella misma historia que reflejaba el filme. “Con la trilogía tengo una relación de amor-odio, me ha dado lo mejor y lo peor, pero he aprendido muchísimo y hemos llegado a sitios que jamás soñé”, valora. Casi lo de La Abadía es lo de menos si pensamos en que este trabajo se ha mostrado en Euskadi en el aniversario del fin de ETA, en el Ministerio de Justicia de Francia, en la sede de la Fiscalía General del Estado español, en México o en Los Ángeles. “De repente el teatro toma otra dimensión y gente que, a lo mejor, subestima un poco lo que hacemos, de pronto se emociona y cambia sus valores y su visión sobre la vulnerabilidad”.

De ahí saltó al Centro Dramático Nacional para abordar otra obra documental que nacía de preguntas en torno al sexo, la violencia y la diversidad funcional, titulada Y llegar hasta la luna. Un trabajo que, creo, no se entendió bien. Para ella, desde luego, no fue una buena experiencia, según cuenta. Por aquel tiempo, en el pandémico 2020, murió su padre, al que estaba muy unida, y con su madre purgaron juntas en escena ese dolor con otro espectáculo, I’m a survivor. Decidió dejar Madrid y volver a Valladolid. “Necesitaba otro ritmo —cuenta—, llevaba tiempo pensando que no quería participar políticamente de todo eso, como gesto. No quiero participar en un problema que es de todo el país, la vivienda, las prisas, pero que en Madrid alcanza unos niveles indignantes. No quería alimentar esas apariencias de las que todas participamos en el sector teatral de Madrid, que parece que todas estamos bien y tenemos, en realidad, unas vidas muy precarias. Y reconozco que no sería la artista que soy sin haber vivido en Madrid, pero ahora en Valladolid puedo ir caminando a todas partes, todo tiene una escala más humana. Tenemos una asociación de mujeres artistas profesionales de todas las disciplinas artísticas donde hay gente muy potente. No todo pasa en Madrid. Y en Madrid lo que pasa es que tienes que dedicar más dinero a pagar un sitio para ensayar que a pagar a un actor dignamente. Me niego”.

Hace poco más de un año le llegó la propuesta de la Diputación de Granada de abordar una obra sobre Lorca. San Miguel es periodista, además de actriz y creadora escénica. Nunca ha ejercido, pero aplica las leyes del periodismo a su búsqueda artística. Hace teatro documental, sus obras son como reportajes vivos, entra en un tema hasta el fondo para contar la historia que se propone contar en cada momento. A Eslovenia va por eso, porque le han dicho que prepare una intervención sobre qué teatro tiene sentido hacer hoy, sobre qué teatro necesita nuestra sociedad. Su propuesta tiene que ver con lo que llama “escucha radical”: “Escuchar a todos los niveles y dejar que esa escucha abra puertas. Para mí, el teatro tiene que ver con escuchar y parar, que entres en un teatro y sea como una cápsula de tiempo donde lo que ves te conmueve. Tiene que ser violento también, poéticamente violento, que te pase algo, que incomode, que estamos en un tiempo de excesiva corrección política”.

Es muy lorquiano eso, por cierto, le digo. Lorca decía que él quería ir al teatro no a ver qué pasa, sino a ver lo que nos pasa. Y ahora parece que la gente lo único que quiere es pasar el rato. “Está muy bien pasar el rato, tampoco hay que demonizarlo, pero disfrutar también tiene que ver con pensar juntas, por eso tiene que ser violento y tener otro tiempo. Y tiene que ser físico, como pasaba con la performance de Romeo Castellucci [Il Terzo Reich, que se pudo ver en abril y mayo en la Sala Réplika de Madrid y en LEV Festival de Gijón] o con la película La zona de interés. Yo quiero hacer un teatro que te pase por el cuerpo, hasta la arcada si es necesario”.

Un año después del encargo de la Diputación de Granada, Federico. No hay olvido ni sueño: carne viva se estrenaba oficialmente el pasado 1 de junio. Fue en el patio de la casa museo de Lorca en Valderrubio, un pequeño pueblo de la vega granadina donde también puede visitarse la casa de Bernarda Alba, o la casa que fue de Frasquita Alba, la mujer que inspiró la célebre obra. El estreno fue acogido por la vigésima edición del festival de títeres y objetos El rinconcillo de Cristobica (el 17 de agosto se volverá a representar en Víznar y luego viajará a Sevilla y a Palencia, de momento. También tendrá próximamente una versión en formato podcast).

“Lo importante de Federico, en este caso, es que da pie a hablar de otros huesos, de otras historias, de otras vidas borradas”, resume la directora

En el programa de mano lo primero que se lee es: “Una vez que te acercas a Federico, te das cuenta de que todo el mundo ha mentido, ha llenado huecos y ha ocultado información de manera interesada”. Esta afirmación tan rotunda, tratándose de Lorca, como mínimo sorprende, porque es probablemente el literato español más conocido mundialmente junto a Cervantes y se han escrito toneladas de libros. ¿Hay un relato establecido, oficializado, incluso instrumentalizado a izquierda y derecha, del mito Lorca?

“Yo admiro a Lorca desde que me leí con 17 años la biografía de Ian Gibson —contesta San Miguel—. Pero creces y empiezas a hacerte preguntas. Y creo que tampoco hemos hablado tanto de su desaparición y de cómo se ha normalizado. Lorca era un tipo de izquierdas, pero era hijo de un terrateniente rico, y eso no suele formar parte del relato. Él, como pasa hoy con la gente que puede escribir y hacer películas, por ejemplo, podía dedicarse a lo que hacía por el soporte que tenía detrás. Pero más allá de eso, me parece muy importante hablar del contexto donde lo desaparecen. En el barranco de Víznar das dos pasos y hay una fosa. Y un poco más arriba, en Puerto Lobo, que es donde empezaron a ejecutar y enterrar gente, hicieron una autovía y parece ser que aparecieron huesos que a saber dónde están. Es bastante el retrato de este país. El equipo científico de la Universidad de Granada que trabaja en las fosas de Víznar, a los que he bautizado cariñosamente como detectives del olvido, tiene claro que probablemente haya más muertos de los que hay registrados. Lo importante de Federico, en este caso, es que da pie a hablar de otros huesos, de otras historias, de otras vidas borradas”.

 ‘Federico. No hay olvido ni sueño: carne viva’, en el patio de la casa museo de Lorca en Valderrubio (Granada)
Representación de la obra ‘Federico. No hay olvido ni sueño: carne viva’ en el patio de la casa museo de Lorca en Valderrubio (Granada). Foto: Javier Martínez Ruíz.

En 2021 echó a andar el plan Barranco de Víznar. Lugar de memoria, una iniciativa de la Universidad de Granada (UGR) orientada a recuperar el contexto histórico derivado de la represión franquista que vivió la provincia en los primeros meses de la Guerra Civil. Se trata de un trabajo interdisciplinar que consiste en el análisis y conservación de la memoria histórica del lugar, con la intervención arqueo forense en las fosas del sector 2 del barranco de Víznar para tratar de recuperar los restos humanos de las personas ejecutadas a raíz del golpe militar de 1936. El plan ha sido asumido por la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica (AGRMH) y cuenta con un equipo liderado por Francisco Carrión y Rafael Gil, profesores titulares de Prehistoria y Arqueología y de Historia Contemporánea respectivamente en la UGR, además de otros y otras arqueólogos, antropólogos, historiadores y sociólogos. Desde entonces, se han exhumado 124 personas, 34 de ellas mujeres, en 17 fosas. De todas ellas, solo se han identificado dos víctimas hace escasamente dos meses, lo que da una idea de la dificultad de la tarea. El pasado 29 de mayo, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero visitó las fosas, conmovido ante uno de los últimos hallazgos, un chaval de unos 12 años en cuyos restos óseos los científicos han comprobado que recibió dos disparos en el cráneo.

“No es que se haya instrumentalizado la figura de Lorca —retoma María San Miguel—, pero ha pasado lo que pasa siempre con la izquierda, que no es valiente. La izquierda no fue valiente cuando tuvo que serlo. ¿Cómo es posible que Felipe González no se pusiera enseguida a desenterrar huesos? No lo entiendo. Tuvimos que esperar a que llegara Zapatero y todavía hoy estamos como estamos. A la izquierda esto nos tendría que dar muchísima vergüenza”. Bueno, a Felipe González la historia le ha puesto en su lugar y no es un lugar precisamente cercano a la izquierda. “Claro, está lejísimos. Pero en aquellos primeros años 80 se tenía que haber sido más valientes y hoy seríamos otro país. Es algo que me obsesiona desde hace años, me parece increíble que vivamos en un país construido sobre huesos, estamos rodeados de muertos. La memoria, además, nos construye físicamente. A veces me pregunto cuánto de la enfermedad de mi padre tenía que ver con lo que sus células llevaban del dolor de su madre, mi abuela, que a sus 14 años se quedó huérfana, dos familiares fusilados, su madre que murió de pena, ella sola, la mayor de ocho hermanos… Y eso que le ha pasado a mi familia nos ha pasado a todos como país. Y ahí es donde tiene que estar el teatro, para ayudarnos a entender quiénes somos”.

Es complicado dilucidar hasta qué punto su tesis se cumpliría si, en vez del silencio y la ocultación tras el final de la dictadura franquista, se hubiera hecho un trabajo más o menos ambicioso sobre la memoria. En países como Argentina o Alemania se ha hecho, pero en el primero ya sabemos quién gobierna, un negacionista de la dictadura como Milei, y en el segundo acaban de quedar en segunda posición los neonazis en las últimas elecciones europeas. La empresa en España es costosa e intermitente y, por fuerza, depende de decisiones políticas. En palabras del director del equipo científico de Víznar, Francisco Carrión, “se ha exhumado apenas un 3% de lo que hay en España”. Solo en Andalucía se estiman unas 50.000 víctimas de la represión desaparecidas, de las que no se tiene noticia. Me pregunto —y le pregunto a María— si los detectives del olvido están muy solos. “Hace poco, estando en Granada con ellos, le dije a Paco: creo que vais a encontrar a Federico, creo que va a pasar antes de lo que crees. Y él me contestó: si un día lo encontramos, lo primero que haré es llamar a la BBC o a National Geographic para que nos den 20 millones de euros que me aseguren poder seguir excavando. Esa es la respuesta. Solo hace cuatro años que cuentan con dinero público y en cualquier momento puede desaparecer. Y así hay muchos equipos por todo el país trabajando, algunos de ellos, como en mi tierra, Castilla y León, o en Valencia, con las dificultades que se empiezan a presentar por la presencia de la ultraderecha en los gobiernos regionales”.

¿Habías visitado antes alguna otra fosa?
Estuve cuando desenterraron a mi tatarabuela, pero no como ahora, no tiene nada que ver. Es imposible que te acerques a una fosa y no te conmueva. Y si no te conmueve es que estás enfermo. Es impresionante. Para mí ellos representan la democracia, por eso me he enamorado tanto de ellos y por eso son los protagonistas de mi obra. Es un equipo colaborativo, todos forman parte de un engranaje donde se cuidan unos a otros, lo que hace uno es fundamental para el otro, es muy comunal. Esa es la democracia ideal, gente trabajando conjuntamente para hacer un mundo mejor. Yo me quedaba hipnotizada viendo esa delicadeza, ese cuidado, esa profesionalidad. Es muy emocionante y esperanzador, porque ponen el cuerpo al servicio de la dignidad de todos y todas. Es fascinante, ¿cómo no llevarlo a un escenario?

Representación de la obra ‘Federico. No hay olvido ni sueño: carne viva’ en Valderrubio (Granada)
Representación de la obra ‘Federico. No hay olvido ni sueño: carne viva’ en Valderrubio (Granada). Foto: Javier Martínez Ruíz.

La obra que protagonizan los detectives del olvido se llama, ya lo hemos dicho, Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva. Federico es el estandarte, la puerta de entrada a ese submundo de infamia y muertos anónimos, arrojados a la tierra de la peor de las maneras, la más inhumana concebible. Pero Federico sigue desaparecido y en torno a su posible exhumación hay mucha controversia, empezando por sus propios familiares, que no parecen estar muy de acuerdo. “La decisión de que es mejor vivir del mito que del muerto —dice San Miguel— es muy respetable. Yo entiendo que, como familia de Federico, esos huesos pueden colocarles en un lugar ideológico incómodo para ellos. Es todo muy complejo. Cuando mataron a Lorca, también fusilaron a su cuñado, Manolo Montesinos, que era alcalde de Granada. Quizás la negativa actual tiene que ver con ese trauma, pero por otro lado, en este caso la figura está por encima, creo, te ha tocado el poeta, lo siento, te ha tocado uno de los símbolos de este país, un símbolo que representa a miles de vidas destrozadas, enterradas, sumidas en el silencio, en el miedo, en el dolor… Así que no me importan tanto tu ideología y tu negocio, porque también vamos a decirlo, es un negocio, que va más allá de la familia”.

“Una fosa abierta te da datos que destrozan el discurso oficial, un discurso que se ha construido con mucho dinero desde el momento mismo en el que acabó la contienda”, afirma María San Miguel

Los familiares no quieren encontrar los restos del poeta. La derecha escurre el bulto y la ultraderecha se niega a abrir fosas. La ultraderecha se niega a todo. Abrir fosas, lo explica San Miguel, significa cuestionar, cuando no derribar, el relato construido sobre la guerra. “No es una guerra entre hermanos, no es una guerra entre dos bandos, es un genocidio. Lo que pasó aquí está pasando ahora en Gaza y pasa en muchos lugares de África. Una fosa abierta te da datos que destrozan el discurso oficial, un discurso que se ha construido con mucho dinero desde el momento mismo en el que acabó la contienda. Fue un genocidio y un expolio y sobre ese expolio unas pocas familias construyeron su riqueza y su poder, y siguen estando en nuestras instituciones, en el poder judicial y en el legislativo, y en el IBEX 35. Hubo un genocidio pensado, estudiado y sistematizado y sobre ese genocidio hemos construido esta democraica. Y me dan muchas ganas de llorar”.

¿Tienes miedo?
No. Perdí el miedo el día que murió mi padre. He vivido años de mucha frustración y a veces me he sentido maltratada por el sector de las artes escénicas, pero este proyecto y esos detectives del olvido me han devuelto la fuerza. No sé si Federico se verá mucho o poco, lo pelearé como siempre; no sé si se verá en Madrid, porque La Abadía ya me dijo que no y estuve dos horas llorando. A pesar de todo, cuando llega el final del espectáculo y suena la canción que nos ha compuesto Juan Alberto Martínez (de Niños Mutantes), siento que es arrollador, que es un golpe en la mesa, que ya está, que esto es lo que somos. No le tengo miedo a nadie, ni a los que dirigen las instituciones culturales ni a los fascistas. Bajar a los infiernos me ha servido para estar más fuerte y tener claro lo que he venido a hacer aquí, súper orgullosa de mi gente, de mi equipo, de mis amigas, de mi familia. Lo decía Nacho Vegas en una canción, ‘nos quieren en soledad, nos tendrán en común’. Aunque les joda, aunque quieran destrozarlo, esto es imparable. Y por eso no tengo miedo.

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