Decrecimiento
Miguel Pajares: “Necesitamos las energías renovables, pero está implantándose un modelo poco respetuoso”

Miguel Pajares ha escrito un libro demoledor contra todas y cada una de las fantasías verdes del capitalismo: ‘Bla-bla-bla: el mito del capitalismo ecológico”, publicado por Rayo Verde.
MiguelPajares
Miguel Pajares es Biólogo y antropólogo, y ha escrito el libro Bla-bla-bla: el mito del capitalismo ecológico, publicado por Rayo Verde

Biólogo y antropólogo de formación, autor de varias novelas y ensayos, el trabajo de Pajares se ha centrado en temas relativos a la inmigración, el racismo y el derecho de asilo, temáticas a las que se dedica como miembro investigador del Grupo de Investigación sobre Exclusión y Control Social –adscrito al Departamento de Antropología Social de la Universidad de Barcelona– y como presidente de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado.

Producto de la investigación sobre estas materias y su relación con el calentamiento global fue su anterior ensayo, Refugiados climáticos. Con una prosa ágil y atractiva, Pajares hace en Bla-bla-bla un repaso conciso pero detallado y minuciosamente documentado de cada uno de esos mitos ecológicos con los que el capital corporativo maquilla las consecuencias de su insaciable crecimiento. El libro muestra también la participación de las administraciones públicas en la construcción de esas fábulas, cuyos efectos sobre la población y los ecosistemas del planeta se hacen cada vez más dramáticos.Pero además, Bla-bla-bla propone una salida esperanzadora a esta amenaza que impone el capitalismo sobre la vida: la del decrecimiento sostenible.

Tu libro expone, una tras otra, las principales farsas con las que el capitalismo juega al ecoblanqueo o greenwashing corporativo en connivencia con estructuras estatales y supraestatales. ¿Cuáles son estas farsas? ¿Qué finalidad persiguen?
Creo que el objetivo de las corporaciones es claramente adaptar su marketing a las nuevas situaciones sociales. Actualmente, hay una gran sensibilidad en relación con el medio ambiente y el cambio climático. Los movimientos juveniles de justicia climática, unidos a la labor de las organizaciones ecologistas y a la testaruda insistencia de los científicos que avisan sobre los colosales peligros que nos trae el cambio climático han logrado que el tema sea de alcance social, y es esto lo que han visto las corporaciones. Grandes empresas que antes negaban el cambio climático, ahora dicen que lo entienden y que ellos ya están poniendo la solución al problema.

Así, anuncian gran número de medidas de tipo ambiental, pero en realidad lo que buscan es seguir con sus negocios y que sus productos sean adquiridos incluso por las personas sensibilizadas con este tema. Al mismo tiempo, tratan de evitar que los gobiernos impongan regulaciones más estrictas. Y lo malo es que los gobiernos, en la mayor parte de los casos, “compran” ese discurso de las corporaciones.

Anuncian gran número de medidas de tipo ambiental, pero en realidad lo que buscan es seguir con sus negocios y que sus productos sean adquiridos por las personas sensibilizadas

Bonos de emisiones, técnicas de captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés), planes de conservación forestal, hidrógeno verde, incluso geoingeniería… ¡Pareciera que nos sobran soluciones para el cero neto en emisiones! Sin embargo, muestras cómo, en cada una de estas “soluciones” que se proponen, aparece la alargada sombra de las industrias petrolera y gasística.¿A qué se debe este vínculo?
Sí, todo eso que mencionas forma parte de las promesas climáticas de las corporaciones. En mi libro voy analizando cada una de esas medidas y creo que demuestro que ninguna sirve para hacer una reducción importante de los gases de efecto invernadero. Todas son soluciones que prometen esa reducción en un determinado futuro, pero los estudios que se han hecho al respecto dejan claro que la incidencia de tales soluciones será pequeña. Y lo malo es que esas promesas de futuro le sirven a las empresas para seguir emitiendo los gases de efecto invernadero sin que nadie se lo impida.

Es algo así como si nos dijeran: “no os preocupéis, ahora seguimos emitiendo, pero ya lo arreglaremos en el futuro”. Pero, además, es importante otro aspecto que señalas en tu pregunta. Resulta que los gobiernos, especialmente la UE y el Gobierno de los EEUU, está aportando grandes cantidades de dinero para ese tipo de soluciones de futuro, y ese dinero se lo están llevando las grandes corporaciones, y en particular las de los combustibles fósiles. Curiosamente, detrás de la estrategia del hidrógeno, quienes están son las empresas gasistas y petroleras.

La UE y el Gobierno de los EEUU, está aportando grandes cantidades de dinero para ese tipo de soluciones de futuro, y ese dinero se lo están llevando las grandes corporaciones

A menudo, desde diferentes sensibilidades ecologistas, nos encontramos con una apuesta enfática por las renovables como gran solución a la crisis. Esta es una propuesta que, además, hoy enfrenta cierta polémica en diversas partes del Estado español, por la forma en que se está implantando. ¿Qué limitaciones tiene esta apuesta?
Es un asunto de cierta complejidad. Necesitamos que se desarrollen las energías renovables, principalmente la solar y la eólica, para reducir el consumo de combustibles fósiles, pero está implantándose un modelo de desarrollo poco respetuoso con otros aspectos que también son importantes para el medio ambiente. Por ejemplo, no podemos desarrollar la energía solar a base de reducir las tierras de cultivo.

El problema es que los grandes proyectos solares y eólicos están en manos de las grandes empresas energéticas, cuando lo idóneo sería que estuvieran en manos de comunidades que desarrollan su propia energía para atender sus necesidades locales. El modelo de comunidades energéticas que han puesto en marcha algunos ayuntamientos es el que deberíamos potenciar.

El problema es que los grandes proyectos solares y eólicos están en manos de las grandes empresas energéticas, cuando lo idóneo sería que estuvieran en manos de comunidades

Con todas estas propuestas sobre la mesa, ¿cuáles son las implicaciones de esta situación general para la población y los ecosistemas, tanto a nivel local como global? Pienso en tu libro anterior, Refugiados climáticos, donde mostrabas las consecuencias para las poblaciones del Sur global, que son las que menos contribuyen a la crisis ecológica y las más afectadas por ella.
Las amenazas a las que se enfrenta la humanidad si el calentamiento global sigue el ritmo que tiene ahora son enormes. En mi último libro lo explico, pero es verdad que lo desarrollé más en el anterior, Refugiados climáticos. Se trata de amenazas como la pérdida generalizada de cultivos, tanto por la temperatura como por el cambio de los patrones de las lluvias; o el incremento de los ciclones, que serán cada vez más destructivos para las ciudades costeras; o la subida del nivel del mar, que también afectará a las ciudades costeras y destruirá las zonas de cultivo de los deltas, que en muchos países son sus áreas agrícolas más importantes.

Estas amenazas nos afectarán a todos, pero es cierto que los países tropicales son los que más las están sufriendo. La paradoja, como señalas, es que esos países son los menos responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero que han conducido a la crisis climática y, sin embargo, son los que más la están sufriendo. El capitalismo se ha expandido desde el principio a costa de poblaciones y países que han cargado con las consecuencias de tal expansión, y parece que es lo que pretende seguir haciendo.

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Tu trabajo deja en evidencia cómo vivimos inmersos en una fantasía, la del crecimiento, instalada en todo imaginario social dominado por el orden capitalista. ¿Cuáles son las amenazas de esta fantasía?
El crecimiento económico plantea dos grandes problemas. El primero es que se produce consumiendo unos recursos que son cada vez más escasos. Hace cincuenta años que se publicó el estudio Los límites del crecimiento, y desde entonces sabemos que no puede haber un crecimiento infinito en un mundo de recursos finitos. Ahora eso está poniéndose en evidencia de forma cada vez más clara; estamos tropezando ya con los límites de los recursos.

Hace cincuenta años que se publicó el estudio Los límites del crecimiento, y desde entonces sabemos que no puede haber un crecimiento infinito

En mi libro desarrollo bastante los límites que nos plantean los metales, y creo que dejo claro que no podremos tener tanta energía renovable como se dice, ya que depende de unos metales que serán cada vez más escasos. El segundo problema que quiero resaltar es el energético: si mantenemos el crecimiento económico, no podemos prescindir de los combustibles fósiles, porque la creciente demanda de energía hace que el aumento que se produce de energía renovable no sea suficiente para empezar a reducir el consumo de fósiles. Esto es algo que ya está muy claro: las renovables están creciendo muy deprisa, pero el consumo de combustibles fósiles también sigue creciendo. Y si esto es así, no estamos luchando contra la emergencia climática.

Ante este panorama general, ¿cómo es posible superar esas amenazas? ¿Dónde podemos encontrar la esperanza?
La esperanza reside en que la sociedad tome una conciencia clara de que debemos cambiar el rumbo. Ahora ya hay muchos adolescentes y otras personas que han tomado esa conciencia, pero no es suficiente para que las sociedades en su conjunto cambien sus estructuras de producción y consumo, y eso es lo que debemos lograr. 

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Propones una salida a la crisis socialmente justa: la del decrecimiento sostenible. ¿A qué te refieres con este término? ¿Es factible alcanzarlo y, si es así, cómo?
Necesitamos ir a una sociedad de menor consumo energético, y ello quiere decir que el consumo de gran número de cosas debe reducirse. Pero no han de reducirlo los que menos tienen y menos consumen, sino los que más. Actualmente, el cincuenta por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero se deben al consumo del diez por ciento más rico de la población mundial. Son ellos los que deben reducir su consumo. Por ejemplo, hemos de lograr que desaparezca por completo el consumo suntuario.

El cincuenta por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero se deben al consumo del diez por ciento más rico de la población mundial

Para lograr eso necesitamos quitarle poder a las élites corporativas y financieras; necesitamos que sean las políticas públicas las que dirijan la economía. Eso solo se logra si desarrollamos una economía basada en el cooperativismo y en otras formas de economía social y solidaria, así como en empresas públicas. Para alcanzar esa sociedad de menor consumo energético tenemos que hacer ciertas cosas. Pondré dos ejemplos. Una es la relocalización industrial, para producir más cerca lo que necesitamos y reducir el transporte mundial. Otra es la reconversión de los monocultivos agroindustriales en agricultura campesina que sirva para alimentar a las poblaciones locales.

Solo estos dos objetivos ya nos dan idea de que las transformaciones que tenemos que hacer son de gran calado. El problema es que si no las hacemos, no estaremos haciendo frente a la emergencia climática. En cuanto a si es factible, bueno…, no será fácil, pero eso es lo que tenemos que hacer. Lo que no sirve es lo que está haciéndose ahora: desarrollar las energías renovables, el coche eléctrico y el hidrógeno, mientras todo lo demás sigue sin cambios, y mientras las emisiones de gases de efecto invernadero siguen creciendo.

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