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Soberanía alimentaria
Escapar de los supermercados en Euskal Herria

Con el debate de topar los precios de la cesta de la compra y en medio del revuelo generado por las palabras de la ministra Ione Belarra acusando a empresarios como Juan Roig (Mercadona) de ser “capitalistas despiadados”, es posible consumir de otra manera: abre Biziola en Lazkao, una cooperativa que trabaja por ganar soberanías en la comarca de Goierri y que se suma a una extensa red ya existente.

“Es indecente que las grandes empresas de la distribución en España, que los supermercados como Mercadona o Carrefour, se estén haciendo de oro a costa de la crisis económica derivada de la guerra de Ucrania. Es indecente que el señor Juan Roig se esté llenando los bolsillos siendo un capitalista despiadado. Hay que decirlo claro: son capitalistas despiadados. Tenemos que frenarles los pies”. Lo dijo hace unos días la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 del Gobierno español, Ione Belarra, en un acto de Podemos en Zaragoza. El contexto: la inflación y el aumento del coste de la cesta de la compra, algo que ha mermado mucho el poder adquisitivo de las clases populares y que ha puesto sobre la mesa el debate sobre topar el precio de los alimentos.

Sus palabras pronto tuvieron eco en todos los medios de comunicación; muchos se llevaron las manos a la cabeza por poner de manifiesto algo que ya llevaban meses haciendo las consumidoras en las redes sociales: criticar el aumento de los precios en cuestión de días —e incluso horas— en las grandes cadenas de distribución. Apenas tres días después de la intervención de la ministra, el propio presidente de Mercadona, Juan Roig, aprovechó que presentaba una conferencia del empresario naval Vicente Boluda en València para responder a la ministra: “Los empresarios generamos riqueza y bienestar. Si luego los que gobiernan saben hacerlo, hay riqueza para todos; si no, hay enfrentamientos”. Aunque realmente lo que generan es empleo, mientras que la riqueza procede del trabajo. Incluso Joan Baldoví, de Compromís, e Íñigo Errejón, de Más País, afearon a Belarra sus dardos contra los empresarios y este último consideró la palabra despiadado, incluso, como un “insulto”.

El hartazgo por parte de cada vez más consumidores respecto a los supermercados es manifiesto; impera la sensación de que cargan los sobrecostes sobre el eslabón más débil mientras los productores denuncian que no se les paga bien. La pregunta es: ¿Hay alternativa? Sí, claro que la hay; cada vez son más las tiendas o supermercados cooperativos que trabajan desde lógicas comunitarias y de apoyo a la producción local y huyen de los intermediarios. Pese a que existe todavía una cierta creencia de que estos espacios son más caros que los supermercados de las grandes empresas, la realidad es que a veces son incluso más económicos. Veamos algunos ejemplos en Euskal Herria.

Soberanía alimentaria
Alimentaciones soberanas
Las experiencias de las asociaciones de consumo Landare y BioAlai, en Iruñea y Gasteiz, guían nuevas iniciativas de supermercados cooperativos y cooperativas agrícolas gestadas en los últimos años.

Biziola, la nueva cooperativa de Goierri

El pasado 20 de enero abrió sus puertas el proyecto cooperativo Fábrica Biziola, en Lazkao (Goierri). Lo hace apenas un año después de la inauguración, precisamente, de un Mercadona —el octavo en Gipuzkoa— que está a solo 300 metros. Tan cerca y tan lejos. Arranca con unas 400 personas socias y 22 socios-productores de Goierri (aunque tienen un total de 62 proveedores), una cifra que no está nada mal teniendo en cuenta “la realidad de la comarca”, como dice el socio Andoni Mikelarena. Y es que es una de las económicamente más ricas por contar con importantes empresas industriales tractoras —como CAF, Irizar, Ampo, Orkli o Indar—, que con jugosos sueldos han desincentivado el trabajo en el sector primario.

¿Qué es Biziola? “Es una cooperativa sin ánimo de lucro de iniciativa social que pretende aglutinar a entidades de la economía social y a la ciudadanía de Goierri para dar pasos hacia una comarca más soberana, más sostenible y más equilibrada”, explica Mikelarena. Partiendo de esa base, prosigue, uno de los primeros ejes de actuación de Biziola es la soberanía alimentaria, uniendo a productores locales y consumidores en un espacio —la tienda— que recuerda al típico mercado de la plaza del pueblo. También hace la función de almacén para distribuir los productos a todos los municipios de la comarca. De momento, se ha financiado con la aportación de los socios (un mínimo de 50 euros anuales que implica descuentos en todos los productos); de los socios colaboradores, que pusieron un capital inicial para poder arrancar el proyecto; y subvenciones públicas del Gobierno vasco y de la Diputación Foral de Gipuzkoa para “desarrollar algunas vías del proyecto”, como el diseño del sistema de reparto.

¿Cómo puede llegar un proyecto como Biziola a colectivos más vulnerables que miran hasta el último céntimo en su compra, con un Mercadona a pocos metros (a veces reventando los precios)? Mikelarena admite que esta es una cuestión que ha estado en los debates “desde el comienzo del proyecto”. “Nuestro precio lo que no tiene es trampa. El precio base lo ponen los productores colectivamente y, en base a ellos, según si es producto de la comarca o de fuera, se le imputa un margen pequeño para poder costear los costes estructurales de la cooperativa. Biziola no tiene ánimo de lucro, sino dar pasos por la soberanía alimentaria y otras soberanías; si a finales de año tiene beneficios, no los puede repartir entre los socios, sino que tiene que revertirlos en el objetivo social de la cooperativa”, explica. En ese hipotético futuro se plantearían, por ejemplo, “colectivizar tierras” o hacer inversiones en otros proyectos.

Como Biziola es mucho más que la tienda agroecológica, Mikelarena revela que están estudiando aprovechar el sistema de reparto para crear un banco de bienes de segunda mano para hacerlos llegar ”a gente que los necesita“. “Tenemos muchas ideas sobre la mesa, pero hay que partir de algo. Para llegar a esos ámbitos y poder universalizar estos proyectos hacen falta una base sólida y políticas públicas para que puedan universalizarse. Este proyecto nace de un impulso comunitario, pero si no hay una interrelación con un impulso público, no podremos conseguir todos los objetivos que nos marcamos”, sostiene.

Landare, en Nafarroa: “La gente tiene la idea de que ecológico y fresco es premium y es más caro; en un supermercado igual sí, pero en nuestra tienda no”

Un supermercado cooperativo con muchos años de experiencia es Landare, que actualmente tiene tienda en Iruña y en Atarrabia. Abrió sus puertas en 1992 y hoy tiene 25 personas asalariadas y unos 3.500 socios. La cifra parece positiva, pero uno de los socios que componen la Junta, Fernando Ustarroz, matiza: ”Deberíamos tener el 100% de la población, ¡así que nos queda mucho!”. Venden productos de todo tipo: frescos, pero también de limpieza, etc. Tampoco tienen ánimo de lucro —“eso se nota en el precio”— e igualmente solo buscan cubrir los gastos de funcionamiento e invertir en otros proyectos.

El socio desmonta la idea de que estos locales son más caros que un Mercadona o un Carrefour: “La gente tiene la idea de que ecológico y fresco es premium y es más caro; en un supermercado igual sí, pero en nuestra tienda no. Cuando el producto es de cercanía, fresco y directamente de productores, en ecológico tenemos mejores precios que ese producto no ecológico en un supermercado convencional. Nos sube más en los productos en los hay intermediarios, porque los grandes piden mucho volumen y nosotros, menos”.

En todo caso, indica que, para comparar, no hay que fijarse solo en el precio, sino también en la calidad que ofrece cada establecimiento: “Le llamamos 'pollo' y 'huevo' a todo, pero lo que hay en un supermercado y lo que hay en nuestra tienda son productos diferentes. No es lo mismo una gallina criada de forma libre y con una alimentación sana, que encerrada y con piensos con muchos químicos que después nos comemos nosotros, o pollos que crecen en cuatro días”. “Si tienes un supermercado convencional, vas a sacar beneficios de productores, apretándoles; de los trabajadores, con peores condiciones que los nuestros, que tienen un sueldo digno, 35 horas semanales, 40 días de vacaciones y cobran el 100% cuando están de baja; y de los consumidores, con precios a veces más baratos pero de peor calidad”, sostiene Ustarroz.

En Landare, apuestan por promover el producto local ecológico y comprar al pequeño productor “antes que a uno grande”. Son ellos quienes marcan el precio, al que le añaden un margen para cubrir costes. “No les apretamos, cada uno pone su precio”, asegura el socio. Cuando hay intermediarios, sí que presionan lo que pueden “para no estar en desventaja con otras tiendas”.

Ustarroz habla de la importancia de la colaboración entre este tipo de proyectos. Pone el ejemplo de las zanahorias, que compran en las Landas con la condición de que pidan un mínimo de 700 kilos. “Nosotros solos no podemos comprar tantos, pero si traemos para más tiendas o supermercados, sí que es posible. A veces no es solo el precio, es poder traer el producto. Si estás solo es más difícil, en eso las grandes superficies lo tienen más fácil”, observa.

En este sentido, desde Landare intentan trabajar con los productores que se planteen hacer cosas que tienen que comprar fuera porque en Euskal Herria no hay oferta: “Por ejemplo, las bebidas vegetales se podrían hacer aquí. Con productos locales o trayendo el producto base y elaborarlo aquí, no es lo mismo traerlo en sacos que en litros, ahí tienes que transportar también el agua”. Por promover el consumo local y por evitar los residuos: “La importancia de la cercanía es que ayuda a reutilizar en elaborados. Al cliente, le puedes pedir que devuelva la botella de la leche; al proveedor, si te mandan cajas de la otra punta de la península, no se las vas a llevar, pero si son de aquí, sí. Lo cercano reduce muchísimo los residuos”.

Un modelo interesante de cooperación con las instituciones públicas es Elikagunea, una cooperativa con cocina y una tienda en un espacio municipal de Azpeitia que salió a concurso hace cinco años

Elikagunea, en Azpeitia: solo productos de Euskal Herria

Un modelo interesante de cooperación con las instituciones públicas es Elikagunea, una cooperativa con cocina y una tienda en un espacio municipal de Azpeitia que salió a concurso hace cinco años. Se lo adjudicaron para 12 años a este proyecto que emprendieron tres jóvenes en colaboración con diferentes agentes sociales del pueblo; pagan una cuota mensual por la gestión al Ayuntamiento. Hoy cuenta con 400 familias socias-consumidoras y un equipo de 9 empleadas, de las cuales seis son socias. Trabajan con 150 productores, que son quienes fijan el precio de sus productos y al que le suman un margen para mantener el proyecto.

No tienen ánimo de lucro y se caracterizan por contar únicamente con productos de Euskal Herria; en el caso de los productos elaborados, la materia prima debe ser del país, al menos, en un 50%. Por ese motivo en la tienda no hay, por ejemplo, ni café ni naranjas. Uno de los socios fundadores, Ioritz Aizpuru, explica que su objetivo es ”fortalecer el primer sector y el mundo rural“. La tienda tiene lácteos, verdura, fruta, cereales, carnicería o platos preparados, y también ofrecen servicio de catering en eventos y hacen reparto a comedores colectivos en colegios, ikastolas, centros de personas mayores, centros culturales, etc.

Sobre los precios, Aizpuru señala que no pueden “competir con las marcas blancas”, pero cuando hablamos de los mismos productos —de marca y calidad—, asegura que comprar en Elikagunea es más barato “y la parte que se lleva el productor es más alta”. “Si el mismo producto ellos lo venden más caro y el productor se lleva menos, ¿quién se queda la parte grande? Los grandes supermercados”, subraya. En su caso, admite que tenían “miedo” de llegar a poca gente o a solo un perfil de consumidor “muy concienciado con el producto local”; la realidad que se han encontrado es otra más optimista: “Hay gente que viene por el precio, porque tenemos algunos productos más baratos; otros por la conciencia... y cada vez tenemos más clientes”.

Aún así, Ioritz Aizpuru dice que son conscientes del gigante que tienen delante, los grandes supermercados: “Tienen un poder tremendo porque tienen muchas herramientas de comunicación y publicidad, que les dan mucha facilidad para llegar a los consumidores. Pero detrás de eso, nos están vendiendo lo que quieren ellos y a los precios que quieren ellos. Son productos que vienen de miles de kilómetros de distancia, no cuidan al cliente con calidad y a los productores no les pagan de una manera digna. Ahora que hay más gente concienciada con el producto local, muchos supermercados hacen campañas, pero con elaborados con materias primas de fuera”.

Labore, en Oiartzun: “Una alimentación saludable debe estar al alcance de todos y no ser un privilegio que solo unos pocos se puedan permitir”

Vamos a otros supermercado sin ánimo de lucro: Labore, en Oiartzun. Abrió sus puertas en 2017 ante “la bajada de la importancia que tenía la agricultura en la comarca, la alta tasa de desempleo que había y la preocupación por distribuir productos de cercanía”, explica la coordinadora, Itsaso Larretxea. Se creó con 250 productos, 150 socias y una trabajadora; seis años después, tienen casi 2.000 productos, 1.200 familias socias y seis empleadas. Priorizan los productos de cercanía, de temporada, que sean directamente del productos, sin intermediarios, y que se hayan producido de forma agroecológica; algunos no tienen el sello, pero los ofrecen si tienen “garantías de que se producen de forma saludable”. Como se procura que las socias “puedan hacer una compra integral en la cooperativa”, traen algunas cosas de fuera. 

Sobre la cuestión de los precios, Larretxea explica que el leiv motiv de Labore es que “una alimentación saludable debe estar al alcance de todos y no ser un privilegio que solo unos pocos se puedan permitir”. Por eso, aplican un pequeño margen para cubrir costes, pero “sin ánimo de hacer negocio de la alimentación”. ”Hay una creencia falsa que está bastante extendida en la sociedad: que comprar de cercanía y de temporada, basado en una producción agroecológica, es más caro que lo que se ofrece en las grandes superficies“, dice la coordinadora. Para desmontar el mito, hicieron un estudio de mercado en el que comprobaron que ”era entre un 20% y un 40% más barato“ comprar en Labore, tienda ubicada “entre monstruos”, rodeada de centros comerciales con Alcampo, Carrefour, Aldi o Mercadona.

Labore trata de “construir puentes entre los consumidores y los productores”, de manera que “los socios no vean solo un producto en la balda, sino quién está detrás, cómo se ha producido y qué proyecto de vida tienen”. Para ello se hace un trabajo divulgativo a través de redes sociales, boletines internos o charlas. También tocan a otras puertas como comedores colectivos, desde “donde se puede llegar a un grupo mayor de consumidores”: “Que un comedor se transforme incluye a los padres. No puede haber un esfuerzo en el comedor y que después, en casa, se coman tomates aunque sea invierno”. Además, promueven la solidaridad entre las asociadas con iniciativas como “alimento pendiente”, con el que dejan pagado algún producto para otra persona con menos recursos.

Crisis económica
Cesta de la compra Regular los precios de los alimentos o regular el sector de la venta de alimentos
Los “precios cuidados” de Argentina, impulsados por Cristina Fernández de Kirchner, inspiran a Yolanda Díaz frente al “sistema de seguridad social para los alimentos” que se debate en Francia, a propuesta del sindicato agrario Confederation Paysanne.

Otros proyectos

Otra iniciativa destacable es Errigora, en el sur de Navarra: una red popular y diversa participada por agricultoras, productores, euskalzales y consumidores. Funciona con trabajo comunal e impulsa el consumo de alimentos locales y el uso del euskera en su etiquetado en la zona de la Ribera, donde no es oficial. Tienen dos campañas: la de primavera, que recogen encargos en marzo de aceite de oliva virgen extra y lotes de conservas al precio del productor y se distribuyen gratuitamente gracias al auzolan; y la de otoño, con cestas con diferentes productos navarros que destinan un 25% de su valor al movimiento a favor del euskera.

Hay más nombres: BioAlai en Gasteiz, Ereindajan en Arrasate y Bergara, Otsolab en Baiona, Bidazi en Bera, Marisatsa en Durango o LURgozo en Mendieta, entre otros. Son solo algunos ejemplos para escapar de los supermercados en Euskal Herria. A ellos habría que sumar otros grupos de consumo que funcionan a más pequeña escala, pero contribuyen a la transformación de un sistema de distribución que se acerca al monopolio. El poder de la alimentación es obvio; se vota cada cuatro años, pero se come varias veces al día.

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