Bosques
Madera de conflicto y la guerra que no deja ver el bosque

El conflicto en Ucrania está sirviendo como excusa para que algunos países, partidos políticos y 'lobbies' intenten paralizar medidas contra la deforestación y la importación de productos agroindustriales.

@EconoCabreado

Coordinador de la sección de economía

15 abr 2022 04:56

“Madera de conflicto”. Así es como se denomina a “la madera que ha sido comercializada en algún momento de la cadena de custodia por grupos armados, ya sean facciones rebeldes o soldados regulares, o por una administración civil que participa en conflictos armados o sus representantes, bien para perpetuar el conflicto o para aprovecharse del mismo con fines lucrativos”, según el Programa para el Reconocimiento de Certificación Forestal (PEFC). Y con ese término es como se señala a la madera procedente de Rusia y Bielorrusia desde el 4 de marzo. Ese día, la junta directiva de PEFC International tomó la decisión de declarar así a la madera del país tras la adopción por la Asamblea General de las Naciones Unidas de la Resolución sobre la agresión contra Ucrania.

Bajo esta denominación, la madera de los bosques de estos dos países no se podrá utilizar para productos certificados PEFC. Dicho sello, con más de 20 años de historia, sirve para diferenciar las prácticas responsables y sostenibles de la industria maderera y papelera, y para que los consumidores tengan una forma de diferenciar los productos forestales de origen sostenible. “La invasión militar se opone directamente a nuestros valores fundamentales”, explica a El Salto Thorsten Arndt, director de comunicación de PEFC International, que apunta que la guerra “tiene un impacto destructivo inmediato y a largo plazo en el medio ambiente, en los bosques, y en las muchas personas que dependen de los bosques para su sustento”.

Un conflicto entre bosques

Rusia alberga cerca del 20% de los bosques del planeta. 815 millones de hectáreas, casi el doble que la Amazonía brasileña. Aunque Europa no será el principal afectado por la declaración de su materia prima como madera de conflicto —solo el 2% del consumo total en el continente de madera y productos derivados viene de Rusia— sí que tendrá consecuencias sobre algunos países y en el mercado en general.

El investigador Gert-Jan Nabuurs, de la institución holandesa Wageningen University & Research, ha realizado un estudio sobre el impacto de la guerra en el mercado de la madera. El documento señala que el comercio de madera entre Rusia y Europa disminuyó drásticamente tras la crisis de 2008 y nunca se volvió a recuperar y que, actualmente, las nuevas restricciones afectarán a países como Finlandia y Suecia, que todavía importan grandes volúmenes de tronco sin transformar. Otros Estados miembro, como Estonia, Francia, Alemania, Países Bajos y Reino Unido, también se verán afectados por las restricciones a las importaciones rusas de madera aserrada de coníferas. Entre Ucrania, Bielorrusia y Rusia representan el 42% de las importaciones totales de madera de la Unión Europea (UE) en valor y el 57% en peso.

“La naturaleza es la víctima no reconocida de cualquier guerra, y el impacto medioambiental negativo será tremendo concretamente en Ucrania”, sentencia el director de comunicación del sello PEFC

En España, “el sector de la madera lleva algo de ventaja, ya que lleva diez años aplicando el reglamento europeo y no podemos importar madera de tala ilegal”, explica a El Salto Alberto Romero, secretario general de la Asociación Española de Comercio e Industria de la Madera (AEIM), que señala que España no es tan relevante en importaciones desde Rusia en comparación con otros países europeos. Desde que empezó el conflicto, la AEIM ha aconsejado a sus asociados que tramitaran todos los pedidos en curso lo antes posible y que se eviten nuevas compras. “En España no sufriremos problemas graves de suministro, aunque sí que tenemos constancia de envíos de madera que están bloqueados en el puerto de San Petersburgo o en camiones rusos a los que no se les permite entrar en Europa”.

Romero también señala otro problema para esos pedidos que ya estaban en marcha cuando estalló la invasión: “Con la expulsión de muchos bancos del sistema SWIFT, las empresas españolas no pueden hacer los pagos internacionales de pedidos hechos antes de la guerra”. De todas formas, señala Romero, tanto Rusia como Bielorrusia ya habían sido clasificados como países de riesgo elevado y considerable, respectivamente, “dado el alto grado de corrupción en el país y las carencias en cuanto a la fiabilidad de la documentación que pudiera expedir el gobierno”.

Earthsight ha realizado varias investigaciones que demuestran que gran parte de esta madera procede de fuentes ilegales o corre un alto riesgo de serlo, por lo que nunca debió ser comprada al no cumplir la legislación

Pero desde la AEIM señalan otro factor que sí puede afectar más al mercado español: “Ucrania también es un proveedor de España de algunas maderas como el roble o las coníferas”, apunta Romero, quien también explica que muchos de los muebles que se importan de países como Polonia están hechos con madera ucraniana, lo que puede provocar una subida de precios de maderas y productos elaborados de otros países que sí que son importantes para España.

“La mayor parte de esa madera nunca debería haberse importado en primer lugar”, señala Sam Lawson, director de la organización medioambientalista Earthsight. Esta organización ha realizado varias investigaciones que demuestran que gran parte de esta madera procede de fuentes ilegales o corre un alto riesgo de serlo, por lo que nunca debió ser comprada al no cumplir la legislación de la UE, que desde 2013 exige que se aborden estos riesgos. “El hecho de que se esté importando se debe a que los Estados miembro de la UE no han aplicado y obligado a cumplir dicha ley”, lamenta Lawson. Según indica, los países europeos ya se han saltado esta normativa, incluida la retirada de las fallidas etiquetas verdes que avalaban la madera sospechosa de estos países. “Incluso esos Estados miembro han reconocido públicamente estas semanas que ahora sería ‘extremadamente arduo’ para cualquier empresa llevar a cabo los controles necesarios”, presagia el director de Earthsight.

Europa contra la deforestación

Transcurridos casi diez años desde que se aprobó la normativa europea referente a la madera importada, en noviembre de 2021 la Comisión Europea (CE) presentó una propuesta de ley para reducir la contribución de la UE a la destrucción de bosques. “Las nuevas normas propuestas harán que los productos que los ciudadanos de la UE compren, utilicen y consuman en el mercado de la UE no contribuyan a la deforestación mundial y a la degradación forestal”, rezaba el comunicado de prensa de la CE tras presentar el texto, señalando como principal motor de los procesos de deforestación la “expansión de las tierras agrícolas ligada a la producción de materias primas como la soja, la carne de vacuno, el aceite de palma, la madera, el cacao y el café, y de algunos de sus productos derivados”.

Para ese fin, el reglamento propuesto establece normas obligatorias de diligencia debida para las empresas que deseen comercializar estas materias primas en el mercado europeo “con el fin de garantizar que solo se permitan en el mercado de la UE productos legales y que no contribuyan a la deforestación”.

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Tan solo un día antes de que se declarara madera de conflicto a la materia prima de Rusia y Bielorrusia, varias decenas de organizaciones ucranianas y de varios países europeos publicaban una carta conjunta a los gobiernos de la UE, Estados Unidos y el Reino Unido para que bloquearan toda importación de madera, incluyendo todos los productos de papel, muebles y partes de muebles, pellets y madera aserrada, desde estos dos territorios.

Parece que, por una vez, tanto organizaciones ecológicas como gobiernos y lobbies se han puesto de acuerdo en incluir el comercio de la madera en una de las herramientas de boicot y sanción contra Rusia, pero no por los mismos motivos ni con los mismos fines. A los primeros les importa la naturaleza y la soberanía alimentaria, mientras que a los segundos les importa su negocio. Y una guerra es la excusa perfecta para quitar cualquier traba a los negocios.

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La guerra como excusa

Las industrias y sus brazos armados, los lobbies, ya se han puesto manos a la obra y están intentando sacar todo el provecho posible a la guerra. La excusa de “mejor quemar madera que darle dinero a Putin” podría parecer salida de un meme en redes sociales, pero no. “La energía procedente de la madera proporciona un suministro energético sostenible y sin dependencia”, dice un anuncio en el que se puede observar una fotografía de tanques transportados en trenes contrapuesta a otra fotografía de un bosque. “La dependencia del gas natural nos hace vulnerables al chantaje. La guerra de Putin nos lo demuestra implacablemente”, afirma el tweet que acompaña el anuncio de la Asociación Austriaca de Biomasa el 2 de marzo, tan solo unos días después de la invasión. “La bioeconomía de la UE es una solución fácilmente disponible para nuestra dependencia de los combustibles fósiles”, decía en Twitter el 8 de marzo la Asociación Europea de la Industria del Papel (CEPI).

Para el director de Earthsight, “existe el riesgo de que las empresas europeas intenten utilizar la guerra y sus efectos en los precios de las materias primas como justificación para diluir la legislación”. Y con materias primas, Lawson no se refiere solo a la madera, sino también a otras materias primas de riesgo forestal como la carne de vacuno, la soja y el aceite de palma. Su organización ha sido una de las 120 ONG que han pedido el boicot total y sanciones a la madera bielorrusa y rusa, así como a productos de madera como la pasta, el papel y los muebles. Pero también señala que, mientras muchos de los mayores importadores y minoristas europeos de madera rusa han respondido ahora con boicots voluntarios, “muchas grandes empresas aún no han atendido el llamamiento al boicot” y pone como ejemplo a la mayor empresa papelera del mundo, International Paper, y su principal competidor, Mondi.

Tal y como hemos visto en los mensajes lanzados por la Asociación Austriaca de Biomasa, “también existe el peligro real de que los productores de energía presionen a los gobiernos para que promuevan el uso de la madera como biomasa, para compensar la reducción de los suministros de combustibles fósiles procedentes de Rusia”, explica Lawson. Eso sería desastroso para los bosques, según su opinión. Señala que, de manera similar, “será un desastre si las empresas intentan presionar a los gobiernos de Europa y Norteamérica para que aflojen los controles sobre la tala en sus propios bosques”, algo que ya ha ocurrido con los combustibles fósiles y que, según el director de la organización, “probablemente sea solo cuestión de tiempo que veamos lo mismo con la madera”.

Partidos y países con la industria

Pero la presión de los lobbies no se queda solo en redes sociales. El Partido Popular Europeo (PPE), al que pertenece el partido de Núñez Feijóo, ha sido su voz en las instituciones europeas. El grupo parlamentario ha enviado una carta a la presidenta de la CE, Ursula Von der Leyen, en la que proponen pausar todos los procedimientos legislativos que tengan que ver con el sistema agroalimentario y medioambiental. De este modo, usando el conflicto entre Ucrania y Rusia, piden que se paralice la normativa que evitaría que se traiga soja transgénica plantada en países latinoamericanos donde antes había bosques primarios o madera cortada de manera ilegal de la Amazonía.

Miguel Ángel Soto, portavoz de Greenpeace y de su campaña Bosques: “Con la excusa de la crisis han empezado a atacar a todo avance legislativo en materia medioambiental”

“Están utilizando la guerra como excusa y argumentando que hay que centrarse en el abastecimiento de las cadenas alimentarias y que no se puede permitir que haya procesos legislativos que pongan más trabas al actual modelo de agricultura y ganadería industrial”, afirma Tom Kucharz, de Ecologistas en Acción, en lo que señala que es “básicamente la demanda de la industria agroalimentaria, que es muy dependiente de insumos externos, como fertilizantes, combustibles fósiles o granos como el maíz o la soja del exterior de Europa”.

En la misma dirección apunta Miguel Ángel Soto, portavoz de Greenpeace y de su campaña Bosques, que afirma que “con la excusa de la crisis han empezado a atacar a todo avance legislativo en materia medioambiental”, entre las que se encuentra esta nueva normativa sobre deforestación. Opina que es complicado que el PPE sea capaz de frenar el proceso de aprobar dicha legislación europea, pero sí sospecha que podría ralentizar o modificar su implementación: “Pueden acabar aprobando, pero sin ninguna prisa, que les den años a las empresas para que se adapten a la norma y así alargar su verdadera implementación y efectos”.

Antes, tanto estos partidos como los representantes de la industria “utilizaban el relato de la hiperinflación normativa, se quejaban de que había mucha legislación y era costosa de cumplir”, relata Soto. Ahora, con la guerra, esos mismos actores tiran de argumentario sobre el riesgo de la seguridad alimentaria. “Dicen que está en peligro el desabastecimiento y entonan el típico ‘este no es el momento’. Lo defienden diciendo que ya no es un problema de su industria, sino que ahora es un problema de todos”, explica el portavoz de Greenpeace.

La madera procedente de Rusia y Bielorrusia es considerada madera de conflicto desde el 4 de marzo

Además de lobbies y partidos, Kucharz señala que algunos países europeos también están poniendo trabas a la normativa contra la deforestación, los países exportadores y con una potente industria forestal. “Países nórdicos como Suecia o Finlandia, pero también Rumanía, quieren frenar el reglamento porque podría afectar también a sus exportaciones madereras”. Según el integrante de Ecologistas en Acción, estos países proponen tres alternativas al actual texto: que se dejen las exportaciones fuera del reglamento, que se declare toda la UE zona libre de deforestación y, por lo tanto, no afecte a las exportaciones intracomunitarias —posición en la que señala Kucharz que se encuentra España—, o bloquear el reglamento en su conjunto si se señala a la industria forestal.

Pero, además, el activista explica que hay otro punto de la normativa europea que parece no gustar al Gobierno de España: no solo se señala la deforestación, sino que también se pretende incluir la degradación de los bosques. Según recalca Kucharz, desde el Ministerio de Medioambiente y desde el de Agricultura podrían estar poniendo trabas a incluir que se tenga que demostrar no solo que no se deforesta, sino que no se degradan los bosques para que se les permita exportar productos a otros países.

La guerra que no deja ver el bosque

Ante dichas presiones por diferentes flancos es “esencial” que los legisladores europeos se resistan, dice Lawson, a la vez que exige que, “de hecho, para ser eficaz, el proyecto actual que está estudiando el Parlamento Europeo debe reforzarse, no debilitarse, ya que las amenazas a los bosques no son menos reales y urgentes por esta guerra”, finaliza.

Además, tal y como señala Lawson, existen otros riesgos medioambientales relacionados con el conflicto: “La situación de conflicto en Ucrania puede dificultar o imposibilitar el control de los incendios forestales, lo que provocaría incendios mucho más grandes y dañinos este año, junto con las emisiones asociadas”, añade.

Los bosques de Rusia y Bielorrusia también preocupan al sello PEFC. Desde esta organización señalan que 41 millones de hectáreas de bosque en Rusia y Bielorrusia están certificadas por PEFC. El hecho de que la madera procedente de Rusia y Bielorrusia se haya etiquetado como madera de conflicto, “tendrá un impacto en el comercio de madera certificada de origen sostenible”, lamenta Arndt, que alberga esperanzas de que “los bosques certificados de Rusia y Bielorrusia sigan siendo gestionados de forma sostenible”.

A la normativa europea contra la deforestación le queda, al menos, un año. A la guerra, no lo sabemos todavía. Pero, según las fuentes consultadas para este reportaje, queda claro que la problemática ecologista siempre queda relegada para más tarde. Ese ‘no es el momento’ que señalaba Soto como excusa permanente para dar patadas hacia delante a las normativas medioambientales, ahora ha encontrado en la guerra una nueva munición. “La naturaleza es la víctima no reconocida de cualquier guerra, y el impacto medioambiental negativo será tremendo, concretamente en Ucrania”, sentencia el director de comunicación del sello PEFC.

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Kucharz, además, echa un vistazo a los dos últimos años para pensar en el futuro: “Si no inviertes en biodiversidad, los impactos económicos negativos en el futuro pueden ser mucho mayores”. Y sentencia que “el caso del coronavirus es paradigmático, la deforestación hizo brotar una pandemia que ha tenido unos efectos económicos devastadores en todo el mundo”.

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