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Antimilitarismo
Niño, periódico, sangre. De Madrid a Gaza (Recuerdo de Acacia Uceta)
El pasado sigue vivo en la medida en que el presente sigue resonando en él, y al revés.
Leído hoy, a la oscura luz del genocidio actualmente protagonizado por el ejército israelí en Gaza, un antiguo poema referido a una realidad histórica muy distinta -la de los bombardeos sobre el Madrid de la guerra civil- reverbera de nuevo, y reverdece, aboliendo el tiempo. Las imágenes de los niños palestinos masacrados por Israel a lo largo de los últimos meses –más de ocho mil desde la ofensiva que siguió a los atentados de octubre del año pasado- parecen dialogar con las de los cadáveres de aquellos otros niños, madrileños, publicitadas en la prensa gráfica de la época. Del Madrid de los bombardeos franquistas de 1936-1939 a la Gaza de 2023. Tiempos y realidades históricas rotundamente diversas e incomparables, pero con una misma imagen terrible resonando como resultado final, el de toda guerra: el sufrimiento y muerte de los inocentes.
Evocábamos el otro día a Acacia Uceta Malo (1925-2002) con su hijo Enrique Domínguez Uceta, arquitecto, periodista y fotógrafo, autor del monumento a Miguel Hernández levantado en 1985 en el madrileño Parque del Oeste. Cumplida representante de lo que Miguel Salabert denominó el “exilio interior”, Acacia fue una grandísima poeta que tuvo, por desgracia, que desenvolverse en el ecosistema hostil de la dictadura franquista. Un ecosistema hostil a cualquier propuesta crítica y renovadora -en cualquier plano de la vida- y a la propia condición de mujer intelectual que ostentó junto a aquellas pioneras que, a principios de los cincuenta, osaron montar sus propias tertulias literarias: Gloria Fuertes, Adelaida Las Santas, María Dolores de Pablos…
Fue Acacia una “niña de la guerra”. Tenía solo diez años cuando sufrió los bombardeos de Madrid, viviendo como vivía en la calle Pelayo, cerca de la antigua plaza Vázquez de Mella y actual de Pedro Zerolo. La plaza llegó a ser bautizada irónicamente como “del Guá”, por el enorme socavón que formaron los disparos de obús obsesivamente dirigidos contra la torre de la Telefónica, el edificio más alto por entonces de la capital. Como me explicaba Enrique, toda aquella zona resultó afectada por las correcciones de tiro de la artillería de los sublevados.
Nos callamos ahora para escuchar la voz de los inocentes, de Madrid a Gaza, dialogando en silencio de una punta a la otra de la Historia
En una entrevista de 2021, la hermana de Enrique, Acacia Domínguez Uceta, evocó un recuerdo muy particular de su madre. Cuando las sirenas anunciaban los bombardeos, el maestro de su colegio de la calle Gravina interrumpía las clases y abría la puerta para que los niños pudieran correr a los refugios. Fue la imagen de uno de sus compañeritos muerto en la calle la que marcó de por vida a la niña Acacia Uceta, aboliendo de paso el tiempo. La dejó reflejada en el poema “Bombardeo en Madrid”, que reproducimos aquí de La Memoria y la sangre. Antología poética (Vanguardia Obrera, 1986). Nos callamos ahora para escuchar su voz: la suya y la de los inocentes, dialogando en silencio de una punta a la otra de la Historia.