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Patrimonio
Otro efecto del cambio climático: las lenguas que se perderán en el fondo de la historia
El calentamiento global y la migración por motivos climáticos tienen un efecto poco tangible pero peligroso: la pérdida de lenguas y, con ello, de culturas y sociedades.
El cambio climático también afecta a la desaparición de lenguas en todo el mundo. El riesgo de esta pérdida de acervo cultural viene de dos factores, una relacionada con los fenómenos extremos —como los tsunamis recientes en el Estrecho de Sunda y Sulawesi, en Indonesia— que son capaces de arrastrar y hacer desaparecer islas y otros asentamientos costeros, con la pérdida de diversidad que eso implica. En segundo lugar, indica la investigadora Anastasia Riehl en un artículo reciente en The Conversation, los cambios en las precipitaciones y el incremento de las temperaturas afectan a comunidades granjeras y pesqueras con idiomas en riesgo de desaparición.
De las 6.703 lenguas contabilizadas en 1996, se espera que entre mil y 3.000 no sobrevivan al siglo XXI. Las razones van desde los motivos económicos —países que se han integrado a idiomas “globales” con vistas a la competitividad, abandonando lenguas en el camino—, o políticas —excluyendo lenguas del sistema educativo y medios de comunicación o por la persecución de minorías—. Asia y el Pacífico sur son las regiones con más diversidad lingüística: sólo en el continente asiático hay hasta 2.165 idiomas y dialectos. También es el área donde se concentran el mayor número de islas en peligro de desaparición o despoblamiento como consecuencia del aumento de las temperaturas.
Los cambios de la temperatura y las condiciones climáticas, explica esta investigadora, son un factor nuevo que añadir a las causas de desaparición de lenguas en todo el mundo. Dichos cambios “obligarán a las comunidades a reubicarse, creando refugiados por el cambio climático. La dispersión resultante de personas llevará a la fragmentación de las comunidades lingüísticas y a un mayor contacto con otros idiomas. Estos cambios colocarán presiones adicionales en los idiomas que ya están luchando por sobrevivir”, subraya Riehl.
Dada su propia experiencia en Sulawesi, donde en septiembre se produjo un terremoto que ha causado dos millares de muertos, Anastasia Riehl, explica los peligros de la pérdida de diversidad lingüística e identidad cultural en Indonesia, un archipiélago en el que se han contabilizado hasta 600 lenguas. “La pérdida de un lenguaje es también una pérdida de los datos necesarios para comprender mejor el conocimiento humano. También es una pérdida de conocimiento sobre el mundo, como cuando se olvidan los nombres descriptivos de plantas o prácticas, que se desconocen fuera de un territorio”. Como explica esta investigadora, pese a que los efectos del cambio climático más visibles son la pérdida de vidas, viviendas e infraestructuras, la pérdida lingüística es menos tangible e igualmente devastadora.
La Conferencia de las Partes sobre el cambio climático (COP24) que finalizó el 14 de diciembre en Katowice (Polonia) finalizó con una seria advertencia por parte de la presidenta de las Islas Marshall, Hilda Heine, y del presidente de Maldivas, Ibrahim Mohamed Solih: “No estamos preparados para morir, y si continuamos con la tendencia actual no sobreviviremos. Representamos a un número de naciones que enfrentan su extinción”. En 2016, un artículo ya señalaba la inviabilidad de mantener la cultura marshallesa en las condiciones que se esperan para las islas: “Definitivamente, existe la sensación de que si no hablas marshallesa, no eres realmente una persona marshallesa. La cultura realmente no podría sobrevivir sin el lenguaje”, explicaba un artículo en Grish.
Junto a la extinción de las naciones —a las mencionadas hay que sumar algunas como la República de Vanuatu, Tuvalu, Kiribati o gran parte del territorio de Papúa Nueva Guinea— el cambio climático también supondrá la pérdida de su riqueza lingüística y con ello, de su conocimiento y su cultura. Las esperanzas pasan porque se cumpla el compromiso de la comunidad internacional para que la temperatura del planeta no crezca por encima del 1,5 ºC de los que hablaba el acuerdo de París.