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Juventud
Cómo combatir el odio cotidiano
Aparece en las redes sociales, en las conversaciones en los institutos, forma parte del día a día de toda la sociedad y se desborda colándose por todas partes sin que nadie acabe de dar con la fórmula definitiva para contrarrestarlo. Es el odio cotidiano, y, conscientes de esta deriva las organizaciones Cazalla Cultural de Lorca (Murcia), Jovesólides de Valencia, y Al Fanar, asentada en Madrid, han querido aportar su experiencia para desarrollar metodologías y herramientas para hacer frente a la expansión de estos discursos y empujar a la reflexión sobre cómo detenerlos.
El Proyecto Coco: contra el odio cotidiano, que es como han llamado a este programa que empezó a ejecutarse con fondos europeos (en concreto del programa Derechos Igualdad y Ciudadanía), hace ya dos años, traslada estas herramientas de concienciación a espacios donde está presente la juventud, a través de la implicación de un grupo de formadores procedentes de todo el Estado.
El Proyecto se cruzó con la pandemia, que atrasó sus principales hitos, entre ellos un Foro nacional de juventud en el que los jóvenes y profesionales convocados compartieron y dieron forma a actividades para trasladar su labor a sus respectivas poblaciones, y que fue realizado en julio de 2021 en Lorca. Y un segundo encuentro el pasado marzo en la Casa Árabe de Madrid, con el objetivo de desarrollar en colaboración con políticos y personas que provienen de la academia, un “Decálogo para la incidencia política contra el odio cotidiano”.
“Entrar al trapo” en los debates de las redes no debilita los mensajes de odio. Es en el tú a tú, en ámbitos concretos, en los que se da una relación más estrecha, donde existe espacio para la transformación, reflexiona Lourdes Mirón, de Jovesólides
“Nuestro trabajo nace de la detección de odios cotidianos en la propia intervención que hacen nuestras organizaciones. Las tres entidades, además, cuenta entre su personal con personas que han vivido en primera persona el racismo, la islamofobia o la gordofobia”, explica Lourdes Mirón, presidenta de Jovesólides. El documento final, en el que condensarán los aprendizajes de este ciclo, señala Mirón, se dará a conocer en las próximas semanas.
Entre las cuestiones que han abordado destaca el debate sobre cómo responder al continuum de odio que vemos en las redes, algo para lo que, defiende Mirón, no hay una solución mágica: “No existe una fórmula magistral, lo que sí tenemos claro, y estuvo en la mesa de debate es que a ese tipo de mensajes no hay que darles casito, sobre todo en redes sociales, como dice Marta Franco [responsable de la campaña No les des casito, que participó en las jornadas de la Casa Árabe]”, explica la presidenta de Jovesólides. “Entrar al trapo” en los debates de las redes no debilita estos mensajes ni entraña ninguna transformación para quienes los escriben, se trata de algo que ven ya todos con claridad. Es en el tú a tú, en ámbitos concretos, en los que se da una relación más estrecha, donde existe espacio para la transformación, reflexiona Mirón.
En las jornadas de Lorca participaron 25 formadores. La idea era compartir un bagaje común para luego trasladarlo por todo el estado en actividades con jóvenes de entre 16 y 30 años. Chaymae, estudiante de Murcia, es una de las formadoras que ha participado en la actividad, esta joven de 23 años, viene trabajando en educación intercultural y está haciendo la tesis de maestría sobre esta temática.
Para Chaymae estos talleres son necesarios pues, explica, si es cierto que nadie nace racista, tampoco nace demócrata o solidario. “Eso es algo que se hace, que se construye en el seno de la familia o de la pandilla de amigos, en el contexto social en el que crecemos”, una socialización que hace interiorizar prejuicios racistas aunque no se sea consciente de ello.
Frente a ciertas voces de alarma respecto a la expansión de los discursos del odio, lo que se encontró Chaymae en sus talleres le devolvió la imagen de chavales y chavalas receptivas y abiertas. Valora que en el contexto de organizaciones juveniles sí se realizan charlas y debates, y que además las redes no solo sirven para difundir discursos de odio sino que no faltan las cuentas de tik tok o instagram que “con las historias que sube la gente” contribuyen a concienciar y a profundizar en el análisis del racismo dando a estos jóvenes bastante información.
Así, en los talleres, explica Chaymae, “se daban argumentos muy buenos que incluso yo como formadora me quedaba, uy a ver si la que va a aprender aquí soy yo”, de todas formas, aunque la experiencia para ella fue muy positiva admite que “sí que había algunos comentarios a veces que decías, bueno, aquí hay mucho por trabajar”.
Pero qué hacer con las personas a las que no se llega a través de un taller, que reproducen estos discursos de odio porque creen en ellos, y no quieren escuchar. Chaymae piensa que, justamente, las redes sociales pueden ser una forma de llegar a todo el mundo, también con un discurso contrario al del odio. Propone aprovechar esta herramienta teniendo en cuenta los usos que les dan las personas jóvenes que “no van a ver un vídeo 16 minutos, una charla de 20 minutos, pero puedes hacer un reel de 30 segundos que deje claro el mensaje que quieres transmitir”. Respecto al mensaje, considera a raíz de su experiencia que hay que evitar que la gente se sienta atacada porque entonces se va a cerrar. Piensa que es desde la responsabilidad positiva, y la interpelación a formar parte de un cambio, del futuro, como se consigue escucha e implicación.
Respecto al mensaje para combatir el odio cotidiano, Chaymae considera, a raíz de su experiencia, que hay que evitar que la gente se sienta atacada. Piensa que es desde la responsabilidad positiva, y la interpelación a formar parte de un cambio, como se consigue escucha e implicación
“Lo más importante para mí en las actividades no era decir no insultes, no digas esto, no digas lo otro. Sino que saliesen con una reflexión”, Aitor, de 24 años, es el único formador de Canarias y comparte mirada con Chaymae. El joven, evoca el encuentro de Lorca, casi una semana compartida con otros formadores para poner en común inquietudes y propuestas. El proyecto, explica, les acompaña a lo largo de todo el proceso.
Este formador acometió su misión en el espacio asociativo local, con una asociación juvenil en la Laguna y otra de danza urbana, aunque explica que entre los formadores que participaron cada cual elegía el ámbito en el que quería trabajar, haciendo talleres también en institutos y otros espacios. Para proponer actividades en las que los y las participantes identificasen las dinámicas naturalizadas del odio, y transformar miradas y acciones contaban con el manual Coco.
Aitor valora la experiencia muy positivamente, en alguna de las organizaciones le han pedido de hecho repetir las actividades para más jóvenes, considera que es necesario llevar estas discusiones allá donde está la gente joven, particularmente desde la infancia, que es cuando cree que hay más receptividad y posibilidad de asentar principios firmes. Pero no todas las formas de afrontar el tema funcionan, opina, hay que evitar crear el fantasma de la típica charla que puede generar resistencias. Propone ir a los lugares de interés de chicas y chicos y que el debate parta de sus preocupaciones y temas de interés concretos, que varían según la edad o el momento vital en el que se encuentren las personas, e insiste en que es importante interpelar a la gente con su mismo lenguaje.
En definitiva, en espera de que se publique ese decálogo para responder el odio cotidiano, quienes están implicados en el proyecto Coco adelantan algunas claves: combatir el odio cotidiano desde cerca, en contacto estrecho con la gente, de una forma que les interpele desde sus experiencias, aprovechando el potencial de las redes, y con fe en que las cosas se pueden transformar.