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Guerra en Ucrania
El efecto dominó de la guerra amenaza la frágil recuperación anunciada por el Banco Mundial
Las economías de Ghana y Sri Lanka, dos países sin relación económica con Rusia o Ucrania, se verán afectadas en gran medida por las interrupciones en la cadena global de suministros y la disrupción en el mercado financiero que ha supuesto la guerra en Ucrania. Estos dos casos son una muestra de lo que el Banco Mundial estima para la economía mundial, un efecto dominó que, si se prolonga la guerra, tendrá aun más impacto que la pandemia del covid-19, según ha alertado el Banco Mundial.
El conflicto amenaza especialmente a países en desarrollo que son grandes importadores de productos básicos —especialmente el trigo— o que dependen en gran medida del turismo o de las remesas enviadas por migrantes a sus países de origen. Están muy presentes los problemas que ya se dejan notar en Egipto, Siria, Líbano y Yemen, algunos de los países directamente afectados por la carestía del trigo.
“Ucrania y Rusia representan un tercio de las exportaciones mundiales de trigo y cebada, de las que dependen los países de Oriente Medio para alimentar a millones de personas que subsisten con pan subvencionado y fideos de oferta”, ha escrito Zeina Karam desde Beirut. En Siria, el precio de los alimentos básicos se ha duplicado respecto al año pasado, en Egipto ha subido un 50%, y millones de personas viven gracias al pan subvencionado. Los analistas internacionales sitúan al país dirigido hoy por Abdelfatah El-Sisi como el que tiene más posibilidades de sufrir una desestabilización del régimen.
Desde el Banco Mundial se anuncia ya una reducción importante de la tasa de crecimiento de la economía mundial —de hasta un punto— en el caso de que no baje el precio del petróleo y el del trigo. Indermit Gill, vicepresidente de desarrollo sostenible de la organización con sede en Washington DC, reconoce que todavía no hay estimaciones de qué impacto tendrá la guerra sobre la pobreza, aunque recuerda que el Banco Mundial ya pronosticó que esta crecerá en al menos cien millones de personas a nivel global. La diferencia, según Indermit Gill, es que los daños de la pandemia se podían afrontar con la política interna, pero solventar las turbulencias de la guerra “no está en manos de los responsables de la política interna y esto podría tener efectos irreversibles”.
La deuda
En un post publicado el 28 de marzo Marcello Estevao, director de macroeconomía del Banco Mundial, afirma que a los riesgos provocados por la mayor inflación, el menor crecimiento y el endurecimiento de las condiciones financieras se debe unir el endeudamiento de los mercados emergentes y las economías en desarrollo. La pandemia llevó los límites de deuda de las economías emergentes al 250% de los ingresos públicos, pero la guerra ha disparado el precio de endeudarse: “En toda África, por ejemplo, los costes de los préstamos externos están aumentando: los diferenciales de los bonos han subido una media de 20 puntos básicos”, ha escrito Estevao.
El pronóstico es que, en el plazo de un año, doce economías no podrán asumir el pago del servicio de la deuda, una situación que ha empeorado por el aumento de los intereses financieros. La diferencia con la crisis de deuda que azotó a Latinoamérica en los años 80 es que la reestructuración o la condonación es más difícil, en cuanto a que solo 5.000 de los 53.000 millones de dólares de deuda garantizados por los países emergentes con problemas podrán ser negociados en el marco del Club de París, es decir, con otros países. El resto de la deuda (y de sus intereses) está en manos de agentes privados del mercado.
En enero, el Banco Mundial advirtió que 74 países con un PIB per cápita inferior a 1.026 euros —dos de cada tres países de rentas bajas, entre ellos El Salvador, Túnez o Sri Lanka— afrontan este año unos vencimientos de pagos de 35.000 millones de euros, lo que puede llevarlos a la bancarrota.