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Derecho al agua
Nubes que no traen agua
Vivimos en un mundo de fantasía. Fusiones nucleares propulsadas hasta nuestros radiadores; avatares virtuales que nos liberan de la pesadez de nuestros cuerpos; tecnologías milagrosas que declararán la cura contra la muerte el día menos pensado; sistemas económicos que parecieran crecer sin tocar tierra, desprovistos de toda materialidad, como si flotaran sobre nubes digitales. El problema, sin embargo, es que, por delante, por detrás, por arriba, por abajo y a través de este mundo de fantasía, se encuentran los límites de un planeta que no tiene por costumbre construirse con la misma sustancia que nuestra imaginación. Y en este otro mundo finito, algunas fantasías pueden acabar transformándose en pesadillas.
La presencia y constancia de esos límites se ha manifestado en este año que cierra con una crudeza alarmante. En la península ibérica se ha vivido toda una sucesión de récords de temperaturas, mes tras mes, que han acentuado la tensión hídrica de manera extrema. Indiferente a las estaciones, el calor ha traído, por ejemplo, el segundo marzo más seco del siglo o el abril más cálido desde 1961, con 3°C por encima de la media de este mes. También ha convertido el último agosto en el más caluroso desde que hay registros. Y en octubre ha logrado que, un día tras otro, durante once días, se registrara un récord por altas temperaturas. Siendo España el segundo país europeo con mayor estrés hídrico, con el 75% de su territorio amenazado de desertificación y el 44% de sus acuíferos degradados por sobreexplotación o contaminación, este escenario no ha hecho más que extender la sequía como una mancha de aceite.
A mediados de año, los embalses se situaban a un 43% de su capacidad, 20 puntos por debajo de la media de la última década, mientras las represas estaban en el norte de Cataluña al 27% y en la cuenca del Guadalquivir al 26%. La situación llevó a la Agencia Catalana del Agua a advertir de posibles cortes en Barcelona y alrededores a partir de septiembre, afectando a seis millones de personas. Para finales de octubre, con los embalses ya al 20% en Cataluña, se ensayaban dichos cortes en diferentes localidades, mientras hace apenas unas semanas se estudiaba bajar la presión de los grifos y reducir el consumo de agua a 90 litros por persona al día en el área metropolitana de Barcelona.
La encrucijada que atraviesa todo el país por la falta de agua ha llegado a niveles tan dramáticos que la producción de cereal se ha reducido en un 53% en tan solo dos años
Por su parte, en Sevilla y otros municipios de la provincia ya se prohíbe desde septiembre de 2022 el uso de agua potable en jardines y recintos deportivos, la limpieza urbana y las piscinas públicas y privadas sin sistema de recuperación, mientras zonas de Cádiz, Huelva y Málaga también han reducido la presión del agua en los grifos para combatir la sequía. La encrucijada que atraviesa todo el país ha llegado a niveles tan dramáticos que la producción de cereal se ha reducido en un 53% en tan solo dos años.
Como si se tratara de un mundo paralelo, a lo largo del año hemos asistido a varios episodios que dan cuenta del grado de fantasía en el que vivimos instalados, y muy especialmente gracias a la forma con que las élites juegan con nuestras vidas. El pasado marzo, por ejemplo, se hizo público que la Junta de Castilla-La Mancha aprobó la ejecución de un gran centro de datos de Meta en Talavera de la Reina, el cuarto de la multinacional de Zuckerberg en Europa. De acuerdo con la memoria técnica de la empresa estudiada en una crónica de Manuel G. Pascual para El País, el centro se extenderá por 180 hectáreas, dispondrá de una potencia eléctrica instalada de 248MW (que precisará de 400 hectáreas de paneles solares para ser autosustentable) y consumirá 200 millones de litros de agua potable al año, que ascenderán a 665 millones de litros al sumar otras instalaciones (oficinas, estación eléctrica, servicios y demás). El uso de aguas residuales no tratadas agregarían 4.800 millones de litros al consumo de agua anual del centro. Se ha estimado además que el centro de Meta utilizaría al día tanto agua como 4.181 vecinos de una localidad con una población de 83.009 habitantes. Esto, si no cuestionamos los datos facilitados por Meta; es decir, si pasamos por alto que la opacidad en el consumo de recursos de los centros de datos es algo habitual a nivel global, como nos recuerda Pascual en su pieza. Y por si esto no fuera suficiente, se estima que sus instalaciones tendrían un impacto decisivo en zonas habitadas por especies en peligro de extinción. Aquellas que viven a un kilómetro de la Zona de Especial Conservación Sierra de San Vicente y Valles del Tiétar y Alberche y de la Zona de Especial Protección de Aves del Valle del Tiétar, tendrán que convivir con los efectos reales de los delirios del poder corporativo.
El gran centro de datos de Meta (Facebook), en Talavera de la Reina consumirá 200 millones de litros de agua potable al año, que ascenderán a 665 millones de litros al sumar otras instalaciones
En una muestra de su fetichismo por el crecimiento económico abstraído de toda realidad ecosocial, el presidente de la Junta, Emiliano García-Page, declaró con entusiasmo que “hoy es un día D para Talavera. Esta iniciativa supondrá un antes y un después para la ciudad. Va a cambiar el metabolismo social y económico de la comunidad autónoma”, que recibiría alrededor de 1.000 millones de euros y empleo para 250 trabajadores. Pero como recogía Pascual, para Aurora Gómez de Tu nube seca mi río, grupo dedicado al análisis del impacto ecosocial de los centros de datos, esa es una de las claves del emplazamiento de este proyecto en Talavera de la Reina: “Han ido a buscar una zona despoblada y con alta tasa de paro”, lo cual amortigua toda resistencia a proyectos de tal impacto.
Este es el tipo de fantasía a la que nos acostumbran una élite política desconectada de toda realidad biofísica, mientras la situación hídrica, ambiental y climática es cada vez más catastrófica tanto bajo nuestros pies como por encima de nuestras cabezas. No se trata simplemente de que políticos como García-Page se aíslen de la realidad ecológica de sus regiones. Es que ni tan siquiera, en medio de un episodio tan cercano y dramático como el de la sequía, quienes se dicen “responsables políticos” parecen ser capaces de adaptar sus políticas a las condiciones que sufre su entorno.
Y no es que el empleo sobre —eso sería otra fantasía—, es que nos falta agua. Pero es que, para retroalimentar su propia fantasía, pocas semanas después de aquel anuncio, el consejero de Agricultura de la Junta de Castilla-La Mancha, Francisco Martínez Arroyo, hizo gala de la disonancia cognitiva en la que parecen vivir nuestros gobernantes: al tiempo que daba ayudas de 50 millones a los agricultores afectados por la sequía, advirtió de la posibilidad de restricciones puntuales al consumo de agua ante la coyuntura en que se encontraba la región, en la que, además, humedales de la importancia de Las Tablas de Daimiel están amenazados de muerte.
Trasladémonos unos meses más tarde y un poco más al sur para poder disfrutar de otra fantasía como si no hubiera mañana. Andalucía, como hemos visto, se seca cada vez más. Y aún así, como ha retratado Andrés Actis para La Política Online, la región concentra el mayor número de campos de golf de Europa, que consumen 10.000 litros al día, o lo que es lo mismo: el 2% del agua de la comunidad. Pero en las últimas semanas el problema no se ha localizado en los campos de golf, sino en la estación de esquí de Sierra Nevada, a punto de abrir sus puertas para su temporada invernal.
En un país con esta escasez de recursos hídricos, viñetas como el centro de Meta en Talavera de la Reina o la nieve artificial de Sierra Nevada resultan esperpénticas
Con 133 pistas que completan 111,4 kilómetros esquiables, Sierra Nevada se enfrenta a la realidad de la sequía: no hay nieve. Como recoge Actis en su pieza, la empresa pública a cargo de la estación, Cetursa, ha decidido activar los cañones de producción de nieve “para no retrasar la apertura y no incumplir con todos los contratos firmados tras ‘la mayor inversión histórica’”. El dinero manda. Y el Estado cumple con quien manda: “En 2022, el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía aprobó una modificación presupuestaria de 13,5 millones de euros de fondos React-EU para la ‘modernización’ de la estación”. Los 427 cañones de Sierra Nevada, que otros años complementaban a la nieve natural, este año trabajan a pleno rendimiento para cubrir los picos de nieve artificial.
En un país inmerso en un enfrentamiento existencial a la escasez de recursos hídricos, viñetas como las de Talavera de la Reina o Sierra Nevada resultan esperpénticas. Pero, sobre todo, hacen hincapié en la necesidad inexcusable de replantearnos nuestras prioridades. La crisis ecológica que nos va dejando salidas cada vez más estrechas y resulta apremiante poner fin al despilfarro de bienes tan básicos para el sostenimiento de la vida como el agua potable. Los sectores y actividades verdaderamente esenciales son los que deben prevalecer, y esto, inevitablemente, debe conducir a la eliminación de aquellas empresas y proyectos que contribuyan negativamente a la producción y reproducción de la vida; o lo que es lo mismo, a la restauración de nuestro metabolismo social. No tiene nada que ver con el deseo: la fantasía del crecimiento absurdo está tocando a su fin. Lo trágico está en que arrastre al resto de la sociedad y la naturaleza consigo.
El decrecimiento nos ofrece aquí un camino, quizá el único transitable, hacia la reparación de ese metabolismo que precisamos ecológica y ecosocialmente. Un metabolismo donde la fantasía del crecimiento ilimitado ceda a la realidad de nuestros límites. Porque no pararemos el avance de la desertificación con murallas de nieve artificial ni podremos lograr que reverdezca nuestro suelo si seguimos sembrando nubes que no traen agua.