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El 10 de abril, Corea del Sur acudió a las urnas para elegir una nueva Asamblea Nacional. El presidente, Yoon Suk Yeol, y su conservador Partido del Poder Popular (PPP) sufrieron una sorprendente derrota a manos del progresista Lee Jae-myung y su Partido Democrático (PD). Con una participación del 67%, la coalición del PD obtuvo 176 de los 300 escaños, mientras que el PPP solo consiguió 108. Yoon es ahora un dirigente muy debilitado, que carece de poder para aprobar proyectos de ley en la Asamblea legislativa controlada por el PD. Ha prometido una remodelación completa del gabinete y un nuevo planteamiento político para recuperar la credibilidad. Lee se regodea en su victoria, pero también se halla sometido a una presión cada vez mayor para que cumpla sus promesas electorales.
Lee nació en una familia pobre de Andong, al este de Corea, en 1964. A los 13 años, su familia se trasladó a una de las ciudades industriales construidas en torno a Seúl y trabajó como obrero infantil en una fábrica de caucho, donde una prensa industrial le aplastó la muñeca y le dejó permanentemente discapacitado. Este incidente, dice, inspiró su decisión de convertirse en abogado laboralista y dedicarse a la política de izquierda. Tras trabajar como portavoz del PD después de las elecciones de 2008, fue alcalde de Seongnam entre 2010 y 2018 y luego gobernador de la provincia de Gyeonggi (la región más poblada del país). Su campaña electoral reivindicó las populares reformas socialdemócratas que había aplicado en ambos lugares y trajo a colación su estrecha relación con el movimiento sindical. Lee puso en primer plano la crisis del coste de la vida y los derechos de los trabajadores, prometiendo reducir la semana laboral en media jornada y ampliar la asistencia social a mujeres, niños y ancianos. Abogó por la neutralidad geopolítica y el cultivo de las relaciones diplomáticas con Corea del Norte y con China.
Yoon, un famoso fiscal que dirigió la investigación por corrupción que derrocó a la expresidenta Park Geun-hye en 2017, tocó una nota diferente. Describió Corea como una nación desvalida que ha prosperado gracias al trabajo duro, cuya recompensa había sido la consolidación de conglomerados de talla mundial como Samsung y Hyundai. Destacó la importancia de impulsar el sector privado y acusó a su oponente de ser un criptocomunista corrupto con simpatías por Corea del Norte. Mientras Lee pedía la intervención del Estado para frenar la inflación, Yoon organizó un consejo de empresarios y representantes de la banca para hacer frente a la subida de precios. Durante la campaña electoral, Yoon protagonizó una visita televisada a una tienda de comestibles en la que dejó caer que desconocía el precio de las cebollas verdes, alimento básico de la dieta coreana. Una vez que el vídeo se hizo viral, Lee empezó a ponerse una corona de cebollas verdes en sus actos de campaña. Al final, ambos partidos se alzaron con la victoria en sus respectivos bastiones. El barrio más rico de Corea, el distrito de Gangnam, siguió dominado por el PPP, mientras que el PD se hizo con circunscripciones de izquierda como Gwangju, cuna del Movimiento de Democratización de Corea. Sin embargo, la oposición triunfó en general al ganar a los votantes indecisos en distritos urbanos clave.
La candidatura de Lee se vio salpicada por el escándalo al ser acusado de favorecer a promotores inmobiliarios a cambio de sobornos durante su mandato como alcalde. Para sus partidarios, se trataba de una investigación de corte político impulsada por Yoon y sus aliados en el poder judicial (en un momento dado el presidente dijo que procesaría personalmente a su oponente si tuviera la oportunidad). Aun así, los cargos lanzados contra él hicieron posible que los oponentes de Lee en la derecha del PD intentaran desbancarle como líder, aunque sin éxito. El asunto hizo también que el antiguo jefe de gabinete de Lee se quitara la vida, aduciendo la presión del caso en su nota de suicidio. Mientras arreciaba la polémica, Lee fue objeto de un intento de asesinato protagonizado por un perpetrador solitario, siendo apuñalado en el cuello durante una reunión pública a principios de este año.
El ‘lawfare’ tiene una larga historia en Corea del Sur. Desde 1987, cuando la dictadura se derrumbó tras un masivo movimiento de protesta liderado por estudiantes y trabajadores, el sistema democrático del país ha sido volátil
El lawfare tiene una larga historia en Corea del Sur. Desde 1987, cuando la dictadura se derrumbó tras un masivo movimiento de protesta liderado por estudiantes y trabajadores, el sistema democrático del país ha sido volátil. Seis expresidentes y ex primeros ministros han pasado un tiempo en la cárcel. Algunas de estas detenciones fueron ampliamente apoyadas por la ciudadanía, como sucedió con la de la presidenta Park, mientras que otras, como la destitución del presidente Roh en 2004, causaron una indignación generalizada. En muchos casos, los litigios se han utilizado para reprimir a la izquierda. Dado el legado de la Guerra de Corea y los efectos del servicio militar obligatorio es difícil declararse socialista en Corea del Sur sin enfrentarse a un inmenso escrutinio y a la posibilidad de ser encarcelado. Por poner solo un ejemplo, en 2014 un partido de izquierda de reciente creación, los Progresistas Unificados, obtuvo unos resultados sorprendentemente buenos en las elecciones a la Asamblea, tras lo cual sus líderes fueron acusados inmediatamente de ayudar a Corea del Norte a planear la invasión del país y encarcelados por traición. Posteriormente, el partido fue prohibido.
Sin embargo, los sindicatos surcoreanos, inusualmente combativos y con un alto nivel de legitimidad popular e institucional, ofrecen un resquicio para la política progresista. La mayor agrupación sindical, la Federación de Sindicatos Coreanos (FKTU), ejerce un poder considerable. Y la Confederación Coreana de Sindicatos (KCTU), más radical, se ha convertido en un modelo de organización sindical en toda Asia, gracias a la experiencia atesorada en el Movimiento de Democratización surcoreano, y ha formando a sus miembros en diversas tácticas de protesta. A lo largo de su presidencia, Yoon ha hecho todo lo posible por aplastar al movimiento sindical. En 2023 saltó a los titulares internacionales por su intento fallido de ampliar la semana laboral de 52 a 69 horas, lo que provocó un enfrentamiento con la FKTU y la KCTU, y ha adoptado una línea dura en la actual huelga de médicos, amenazando con despedir a los que se retiraron en protesta contra el plan del gobierno de ampliar las tasas de ingreso en las facultades de medicina.
Sin embargo, el enfrentamiento más decisivo entre Yoon y los sindicatos se produjo a finales de 2022, cuando rompió una huelga de camioneros liderada por el KCTU, enviando a 2.500 de ellos de vuelta al trabajo y procesando a algunos de los organizadores. Yoon, que comparó el piquete con un ataque nuclear de Corea del Norte, vio aumentar sus índices de aprobación tras el incidente, ya que mucha gente temía el daño económico que la huelga podría infligir a la economía coreana, lo cual le animó a lanzar otra cruzada antisindical en la primavera siguiente, dirigida contra los sindicatos de la construcción agrupados en la KCTU. Alegando que los “sobornos ilegales” y otras formas de corrupción perjudicaban la productividad, Yoon procedió a perseguir a los sindicalistas con una legislación reservada normalmente a la criminalidad organizada. Un total de 2863 sindicalistas fueron acusados penalmente; 102 fueron detenidos y procesados.
El Primero de Mayo de 2023, Yang Hoe-dong, miembro de KCTU que iba a ser procesado, se prendió fuego a las puertas del tribunal justo antes de su juicio. En una carta que circuló ampliamente, escrita poco antes de su muerte, Yang describía la humillación que sentía al ser comparado con un delincuente y sugería que el gobierno de Yoon no era mejor que las precedentes dictaduras de Corea. Este hecho desencadenó un verano de activismo sindical y manifestaciones públicas de un tipo que no se había visto desde las movilizaciones contra Park en 2016. El gobierno de Yoon se enfrentó al KCTU y a sus aliados presentes en otros movimientos sociales. Las protestas masivas, los paros y los enfrentamientos con la policía fueron habituales.
El suicidio de Yang evocó el recuerdo de Jeon Tae-Il, el obrero de 22 años que se autoinmoló en 1970 para protestar por las crueles condiciones laborales impuestas por la dictadura. Aunque el gobierno trató de ocultar su muerte, Tae-Il se convirtió en un mártir, que inspiró una oleada de organización sindical clandestina liderada en su mayoría por trabajadoras del sector textil. Este episodio se inserta en dos relatos contrapuestos de la historia de Corea del Sur durante el siglo XX. El primero sostiene que la protesta de Tae-Il fue una llamada de atención para los activistas de todo el país, que acabó provocando la caída del régimen militar y abriendo el camino al progreso social y la democratización. La segunda sostiene que el éxito económico y el prestigio mundial de Corea se sustentaron en las políticas de industrialización de la dictadura a las que el movimiento obrero se opuso por motivos puramente egoístas. Hoy, Lee representa la primera postura, Yoon la segunda.
Ahora, la cuestión para la izquierda coreana es cómo consolidar los logros de la oleada huelguística y cómo utilizar a su favor el control del Partido Democrático sobre la Asamblea Nacional
Los recientes resultados electorales indican que la narrativa de Lee está en ascenso. El ataque de Yoon contra las huelgas convocadas por los sindicatos ha socavado su mandato popular, mientras que su oponente se ha beneficiado de la alianza con estos. Ahora, la cuestión para la izquierda coreana es cómo consolidar los logros de la oleada huelguística y cómo utilizar a su favor el control del PD sobre la Asamblea Nacional. La actitud mostrada por Lee hacia los sindicatos durante los próximos meses dirá mucho sobre su perspectiva política. ¿Será receptivo al movimiento obrero o adoptará un planteamiento burocrático más verticalista? Hasta ahora, Lee ha caminado por la cuerda floja, oscilando entre la retórica populista de Sanders o Corbyn y el liberalismo de su predecesor al frente del PD Moon Jae-in. Queda por dilucidar cuál de estas tendencias se impondrá finalmente. Durante los últimos años se ha producido un giro a la izquierda en la cultura coreana de la mano del cual directores de cine pertenecientes a la generación de activistas prodemocráticos como Bong Joon-Ho y Park Chan-Wook han puesto en escena temas como la desigualdad, las condiciones laborales y la represión estatal. Las corrientes progresistas están ganando terreno. ¿Podrían llegar pronto a las esferas del poder?