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Política
Feijóo afronta su investidura fallida como una moción de censura contra Sánchez
Alberto Núñez Feijóo ya no aspira a gobernar. Al menos en esta legislatura. No tiene los números y parece que tampoco a esos potenciales tránsfugas que ha intentado invocar en las últimas semanas. Lo dejó claro el domingo en un inédito acto de partido para proclamarse líder de la oposición y exhibir un “apoyo social” que no coincide con el cosechado en las urnas el 23 de julio. A la mañana siguiente, la secretaria general del Partido Popular, Cuca Gamarra, lo ratificó en una rueda de prensa: “Feijóo va a ser el primer candidato que pudiendo obtener los votos para ser presidente renuncia a tenerlos. Prefiere la dignidad que un gobierno de indignidad”. El marco es difícilmente verosímil. Se resume en la idea de que Feijóo no es presidente porque no quiere. Adelanta Gamarra que su líder hará este martes guiños a la conciencia de los nacionalistas de PNV y Junts per Catalunya: “Deben hacer la reflexión de si creen que Sánchez es más de fiar con ellos que con los suyos”.
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Teniendo en cuenta las pocas posibilidades que tiene de convertirse en presidente durante la última votación que tendrá lugar el viernes, las prioridades para Feijóo, ahora, se han ido reordenando. Desgastar a Sánchez con la vista puesta en una repetición electoral y, casi más importante, salvarse de la interna de su partido para llegar vivo a esos potenciales comicios. Por eso, más que una investidura que se sabe fallida, lo de este martes en el Congreso está más cerca de una moción de censura velada al presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. Es la primera que lleva a cabo Feijóo tras los intentos erráticos de Vox, Ramón Tamames mediante. Y si se atiende a las rimas de la historia de su partido al respecto, puede convertirse en un nuevo paso en falso del expresidente de la Xunta. Quién sabe si el último.
El PP, entonces AP, solo llevó a cabo una moción de censura que acabó con la inmolación política de su candidato, Hernández Mancha
La otra moción de censura del PP
Fue en marzo de 1987. Núñez Feijóo tenía apenas 25 años cuando el entonces presidente de Alianza Popular, Antonio Hernández Mancha, trató de embestir en el Parlamento a la mayoría absoluta que sostenía a Felipe González en su segunda legislatura al frente del Gobierno del Estado. Era imposible que aquel proyecto prosperase y fuese un medio para derrocar al ahora autoerigido como portavoz del régimen del 78. No era lo que buscaba. Manuel Fraga había dimitido como presidente de AP y, ávido, Hernández Mancha quería saltar en el trampolín que lo llevase a ser el candidato de su partido a la presidencia. No era diputado —algo que también rima con el Feijóo senador— y creyó que era la mejor estrategia para hacerse notar.
Salir en las televisiones y los periódicos enfrentándose cara a cara con González parecía un buen plan a pesar de haber reconocido públicamente que era una moción sin futuro. Pero se fueron sucediendo las sesiones y los días y, con ellas, los patinazos de datos y las incoherencias con las que sus adversarios, dentro y fuera de su partido, lo acribillaron. Hasta tal punto que el sector donde se encontraba un joven José María Aznar lo empujó hacia fuera para que Fraga volviese a tomar las riendas y salvase a AP de aquella deriva.
El PP todavía no ve apropiado externalizar una interna, pero el cierre de filas de los barones con Feijóo del domingo puede que sea uno de los últimos que pueda aprovechar
En el Partido Popular conocen mejor que nadie aquel suicidio político y las analogías, salvando las distancias, no son difíciles de hilar. Pero no parece el momento adecuado de externalizar una batalla interna. De hecho, el mensaje que ha querido mandar el aparato del partido es de unidad. Los doce barones territoriales del PP cerraron filas con Feijóo en la manifestación estática del domingo en la plaza Felipe II del barrio madrileño de Salamanca. Eso sí, el ala dura de Aznar y Ayuso se cobró sus minutos de relevancia a cambio.
Parece que este martes, Feijóo seguirá esa línea: aprovechar los focos y el protagonismo para erigirse como único líder posible para el bloque de las derechas, esperando que los intelectuales orgánicos de ese espectro y la derecha mediática así lo confirmen. No ha conseguido aumentar su apoyo más allá de los 172 votos que ya tenía garantizados antes de que el jefe del Estado, escogiendo el camino más improbable a la formación de Gobierno, le propusiese como candidato a una investidura fracasada. Ha pasado algo más de un mes y parece que a Feijóo no le quedan más opciones. Salvarse dentro del PP y tensar al máximo el debate público para una repetición electoral que, a día de hoy, no ganaría.
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La investidura: un micro abierto para Feijóo
En principio, la gran baza con la que cuenta el expresidente gallego es el tiempo ilimitado de palabra para defender sus tesis de Gobierno, los motivos que lo empujan a acudir a una derrota anunciada y para responder a las preguntas y críticas de los diputados y diputadas. Aunque si se atiende a sus trece años como presidente de la Xunta, es difícil encontrar un solo discurso en el que Feijóo haya improvisado y no leído, algo que podrían aprovechar sus adversarios si son capaces de sacarlo de sus marcos. Por su parte, el presidente del Gobierno en funciones podrá intervenir cuando lo considere y los grupos parlamentarios tendrán cada uno media hora de intervención desde el púlpito.
Pero habrá que esperar a la tarde del miércoles, una vez todos los grupos hayan intervenido, para que se pueda llevar a cabo la primera votación que el líder del Partido Popular debería ganar con una mayoría absoluta con la que es probable que no cuente. Por ahora solo tiene el favor de 172 diputadas y diputados, los de suyos y los de Vox, Coalición Canaria y UPN. Entonces y tras 48 horas, es decir, el viernes, se convocará la segunda votación en la que a Feijóo le llegaría con conseguir más votos a favor que en contra. Algo que es improbable que suceda.